Facultad de Derecho
intereses sociales que lo instrumentalizan, en otras pa-
labras: una “mímesis perfeccionada” (Benjamin 2003,
respecto de la que hasta entonces había sido la única
manera de ver el mundo: la narrativa triunfante crea-
da por la violencia sistemática.
1
17). Las medidas de reparación simbólicas, y las ac-
ciones conmemorativas, reivindicadoras, publicitarias
u honrosas que conllevan, perderían su sentido si se
aplican únicamente al interior del círculo íntimo de la
víctima y sus familiares. Por el contrario, la intención
del resarcimiento de la honra, el buen nombre y, en
última instancia, de la verdad de los hechos ocurridos,
es una memoria que tiene que validarse a nivel colec-
tivo. El arte aparece entonces como la convocatoria
social apta para inaugurar una otredad y un sentido
nuevo, no solo comunicándolo, sino distribuyéndolo
a través de una obra y sus significaciones.
Lo anterior cobra sentido, pues el recuerdo (que está
entre el límite de lo individual y lo colectivo) se vivencia
por un sujeto individual y no admite la reformulación
crítica ni la incorporación de nuevos elementos des-
de el tiempo presente. Pero un Centro de Memoria o
museo conmemorativo apuntala a la experiencia, que
surge “como interrupción, desplazamiento que vin-
cula el pasado con el presente, ofreciendo una nueva
imagen” (Grimoldi 2010, 203). Sin dejarse obnubilar
por lo vivencial, la verdadera restitución inmaterial de
derechos, a la honra, al buen nombre, a la verdad, a
la memoria, se da en el momento específico en que
el acontecimiento de arte propicia la fricción entre el
pasado y el presente, y gesta, instala y transmite una
nueva imagen que trastoca el orden del sentido im-
plantado por los regímenes fascistas, opresores y las
dictaduras.
Esa significación no es la simple comunicación de
una idea o concepto, sino algo más y no algo menos
(
la simple transferencia de mensajes se realiza a través
de sistemas de códigos comunicacionales que respon-
den a reglas consensuadas y aceptadas por las partes
intervinientes). Pero aquí la idea se retuerce, supera la
unidimensionalidad comunicativa (Andruchow 2017).
Entonces, el contrario contundente de las leyes de
amnistía es el arte, como antagonista del olvido pac-
tado. Las conmemoraciones, marchas, obras de teatro,
encuentros y disculpas públicas, actualizan la imposi-
bilidad de olvido, presentifican más no representan a
las violaciones de derechos humanos, para poder, si se
quiere, darle a ese pasado una oportunidad de ser es-
cuchado desde un presente que le recupera. La mirada
al pasado entonces, se vuelve política.
Las medidas de reparación inmaterial apelan a resca-
tar una verdad particular para incorporarla a la gran
memoria colectiva por medio de la acción de recordar,
no solo con palabras (unidimensionalidad comunica-
tiva), sino por encima de ellas. “Recordar en el sentido
de Benjamín tiene que ver con un espacio que aparece
al quebrarse la temporalidad lineal y abrirse el tiempo
hacia todas las direcciones haciendo confluir pasado,
presente y futuro en un remolino en el que giran el
antes y después” (Pinilla 2010, 290).
En efecto, ya no es la memoria como simple objeto
de contemplación o interpretación de su sustancia
y manifestación como facultad social o individual.
Esta memoria, por el contrario, demanda, desde una
dimensión política, una ética de la responsabilidad so-
bre las vidas frustradas por la barbarie y una suerte de
justicia reivindicativa de las víctimas (Reyes 2006, 67).
Esta “memoria de lo que queda en las cunetas de la
historia” (Pinilla 2010, 299) es recuperada por me-
dio del recuerdo, pero se diferencia del mismo, pues
lo sobrepasa; “por eso, la oposición entre recuerdo y
memoria se puede traducir en una tensión entre, por
un lado, una repetición conmemorativa cercana a
cierta voluntad historicista, y por otro, la construc-
ción de un pasado en el límite entre lo individual y
lo colectivo” (Grimoldi 2010, 2). La pulsión por re-
cuperar los recuerdos de unos y transformarlos en
memoria de todos, tiene un carácter post–moderno,
por la vigorización que de los relatos vencidos se hace
para volverlos céntricos y por el desafío que se hace
Política, derecho y estética permitirán entonces hacer
la transmutación merecida por las víctimas y dis-
puesta por los tribunales internacionales o de justicia
transicional, según sea el caso. “Es cambiar muerte
por vida. La música, la poesía, el teatro, el cine, los tí-
teres (…) conectan el pasado con el presente creando
una nueva forma del recuerdo y una nueva proyección
CÁLAMO / Revista de Estudios Jurídicos. Quito - Ecuador. Núm. 10 (Diciembre, 2018): 73-85
75