60 CÁLAMO / Revista de Estudios Jurídicos. Quito - Ecuador. Núm. 20 (Enero, 2024): 57-69
ISSN Impreso 1390-8863 ISSN Digital 2737-6133
Macario
Cálamo 20
Enero 2024
SINOPSIS DE LA PELÍCULA MACARIO
La película se desarrolla en la época virreinal de la
Nueva España, durante las vísperas del Día de Muertos,
y en un contexto en el que se aprecian las desigualda-
des sociales y las condiciones de pobreza y carencias de
la población indígena. Macario es la historia que toma
el nombre del protagonista: un leñador indígena muy
pobre que vive con su familia en un pequeño jacal en
los linderos de un bosque. Su condición de vida es tan
precaria que sus hijos están siempre hambrientos, aun
cuando él deja de comer para que ellos puedan comer.
Molesto con tener el estómago siempre vacío, jura no
volver a comer hasta que pueda comerse él solo un
guajolote (pavo) entero.
Al ver su obsesión, su esposa roba un guajolote y lo co-
cina para cumplirle el capricho. Macario huye al bosque
para no tener que convidar a sus hijos el tan anhelado
guajolote. Había que esconderse de sus pequeños hijos,
inocentes, pero con la voracidad de los que padecen
hambre crónica. La generosidad no es la misma cuando
el estómago vacío ruge para hacerse escuchar.
Se topa entonces con tres personajes que le piden les
comparta un poco de su festín. Primero, con el Diablo,
en la forma de un charro acaudalado que le ofrece sus
espuelas de plata, monedas de oro o todo el bosque para
que le dé un pedazo de su guajolote. No obstante, es re-
chazado por Macario, haciéndole notar que no podría
comprar nada con esas riquezas porque lo tildarían de
ladrón. En cuanto al bosque, lo rechaza, pues tendría
que seguir talando árboles para vivir.
Luego aparece Dios, como un humilde anciano de
pelo canoso que también le pide un bocado. Macario
le dice que no es su deseo compartirlo, pues según él,
para Dios sólo es un animalito más, un mero pretexto
para verlo hacer una obra buena, mientras que para él
“lo es todo, toda el hambre de [su] vida, todo lo que
[ha] dado y todo lo que no [ha] recibido” (Gavaldón
1960).
Finalmente, se topa con la Muerte, quien es un campe-
sino famélico, de mirada taciturna, vistiendo sarape y
sombrero, y que no ha comido en miles de años. Esta
vez sí accede a invitarle la mitad de su banquete. Sabe
que cuando la Muerte se aparece no queda tiempo de
nada. Calcula que, si deja que coma la mitad de su
guajolote, él alcanzaría a comer la otra mitad.
La Muerte retribuye su gesto ofreciéndole agua emergi-
da de la tierra, capaz de curar todas las enfermedades.
Llena su guaje (cantimplora) de ella. Si la Muerte se posa
a los pies del enfermo, una gota de esa agua es suciente
para salvarlo, pero si se para del lado de la cabecera, la
persona muere sin remedio.
Usando el agua entregada por la Muerte, Macario cura
a su hijo agonizante. Se corre la voz y se vuelve un cu-
randero famoso y rico. Vende sus servicios curativos
por monedas de oro o un par de gallinas, según la con-
dición de quien lo contrate. Ahora cada miembro de la
familia puede saciarse a placer con un guajolote entero.
Comienzan a disfrutar de condiciones dignas de vida,
con vestido, comida y vivienda.
No obstante, sus poderes llegan a oídos de la Iglesia,
que envía a la Santa Inquisición a detenerlo por un
supuesto pacto con el Diablo. A punto de ser ejecutado,
llegan por él para que cure al hijo del virrey a cambio
de su libertad, pero la Muerte se aparece a la cabeza
del enfermo y le recuerda que nada puede hacer para
impedir la muerte del infante.
Macario huye entonces hacia el bosque y se topa nue-
vamente con el Diablo, Dios y la Muerte. El Diablo le
ofrece salvarlo, Dios le pide que afronte las consecuen-
cias y la Muerte le reclama haber lucrado con el don
que le conrió.
Su vida representada en una vela está por extinguirse.
Descubre que todo es parte de un plan, no hay nada
que hacer. Macario roba la vela de su vida y sigue hu-
yendo en el bosque.
Finalmente, la esposa lo encuentra postrado en el bos-
que donde fue a darse el festín. Lo creía dormido, pero
al moverlo se da cuenta que ha muerto. Ni siquiera
pudo terminarse su guajolote, comió sólo la mitad.