Facultad de Derecho
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CÁLAMO / Revista de Estudios Jurídicos. Quito - Ecuador. Núm. 4 (Diciembre, 2015): 43-53
Para Simone Weil, la noción del límite es fundamen-
tal y podemos, como arma Lecerf, encontrar esta
noción también en la obra de Arendt, incluso si el
origen es distinto, ya que para Weil el límite no nos
pertenece y para Arendt no es más que una catego-
ría de acción. Además, en la primera encontramos
la noción de límite ideal, la cual no encontramos en
Arendt.
La noción de límite ideal se relaciona con la noción
de revolución, ya que ésta última es vista por Weil
como un “límite teórico de las transformaciones so-
ciales” que expresa la idea de una “organización social
absolutamente llena de opresión” (en Lercerf 2001,
273). La revolución se presenta como un límite que
plantea la ilusión de una sociedad no opresora y que
motiva la acción del hombre por la transformación
del mundo.
El límite ideal es la libertad, “un límite ideal que nos
hace recordar la denición del mito que Sorel pidió
prestado a Vico” (Lercerf 2001, 273), pues, “para So-
rel, el mito es lo que jamás podrá ser alcanzado y que,
sin embargo, conducirá a las masas a querer derrocar
las situaciones existentes” (Lercerf 2001, 273). Simo-
ne Weil nombra este mito ideal como “lo que nos per-
mite establecer las prioridades en lo que respecta a
las acciones por emprender, lo cual, por consiguiente,
nos conduce a asociar en el presente la idea de una
potencialidad y no de lo dado” (Lercerf 2001, 274).
En esta noción del límite ideal y del camino que hace
falta recorrer para alcanzarlo, leemos la ausencia de
la inmediatez que caracteriza justamente al trabajo;
para Weil, la necesidad es inmediata, mientras que el
trabajo es justamente lo que es mediato, lo que es tes-
tigo de una brecha entre el momento del inicio de la
actividad y el alcance del objetivo. Existe en el trabajo
un movimiento que perdura y, en esta brecha tempo-
ral, encontramos la posibilidad de transformar lo que
nos fue dado, al mismo tiempo que nos acercamos a
sus límites. Así, “la libertad, ‘límite ideal’, permane-
ce fuera de nuestro alcance, pero el movimiento que
nos conduce a buscar el advenimiento nos permite,
no obstante, empujar aún más lejos las fronteras de la
opresión” (Lercerf 2001, 274).
Esta comprensión de la brecha temporal, ve en el
movimiento un acto liberador: “este camino hacia la
libertad sería en sí mismo una primera libertad ro-
bada a la opresión, y quizás incluso la más esencial”
(Lercerf 2001, 275). Para Simone Weil existe entonces
una concepción de la libertad ligada a la práctica, al
trabajo.
El hecho de no seguir este método que permite deve-
lar las posibilidades de realización de un ideal “clara-
mente y concretamente concebido” (Weil 1995, 48),
permite a aquellos que poseen la fuerza, el imponer
un mal real como si se tratara de un mal menor. Este
método, propio del trabajo, en su temporalidad, acer-
ca para Weil la política al trabajo: “bajo esta condi-
ción, solamente la acción política podría convertirse
en un análogo del trabajo, en lugar de ser, como fue
el caso hasta ahora, ya sea un juego o una rama de
la magia” (Lecerf 2001, 47). Simone Weil mira en el
trabajo la posibilidad de hacer existir la libertad y la
igualdad:
“Ni la libertad ni la igualdad tienen sentido
como simples reivindicaciones. Hay que ha-
cerlas existir. Por una parte, cada hombre debe
conformar sus acciones por la virtud; por otra
parte, los trabajadores deben conformar la so-
ciedad haciendo de las relaciones sociales re-
laciones entre trabajadores como tales.” (Weil
1999, 272)
Se debe comprender la acción política como un tra-
bajo, es decir, como algo metódico, ya que la acción
política que es solamente espontánea está condenada
a morir, pues los sujetos que la conducen a un mo-
mento o a otro deberán responder a su necesidad de
supervivencia y deberán detener la acción.
Este método debe también implicar lo que habrá
como proposición futura, esto es, denir la acción y
la organización una vez que la comunidad tenga en
sus manos la dirección política, para no caer en una
necesidad administrativa demasiado complicada que
forzaría a recaer en una poderosa burocracia. Pero,
al mismo tiempo, un método mínimo debe ser esta-
blecido para evitar el retorno aún más nefasto de un
sistema opresor.
Para Weil, el lugar del trabajador en una organización
revolucionaria debe ser buscado en los sindicatos,
bajo la condición de que éstos se basen en la analo-
gía de las funciones sociales y no en la analogía de
las opiniones. En efecto, cuando los trabajadores no