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Escuela de Derecho  
GRAMSCI Y LA CENTRALIDAD DE LAS CLASES SOCIALES.  
UNA CONVERSACIÓN CON JORGE LUIS ACANDA*  
GRAMSCI AND THE CENTRALITY OF SOCIAL CLASSES.  
A CONVERSATION WITH JORGE LUIS ACANDA  
GRAMSCI E CENTRALIDADE DAS CLASSES SOCIAIS.  
UMA CONVERSA COM JORGE LUIS ACANDA  
Sebastián Raza**  
Universidad de la Habana  
Entrevista realizada el 01 de agosto de 2016  
Quito, Ecuador  
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Licenciado en Historia y especializado en Filosofía por la Universidad de La Habana, Cuba. Doctor en Ciencias Filosóficas por la Universidad de  
Leipzig, Alemania (1988). Fue profesor titular del Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Es profesor visitante de varias Univer-  
sidades latinoamericanas y europeas. Actualmente, ejerce como docente de las carreras de Sociología y Política de la Universidad Central del Ecuador.  
El doctor Jorge Luis Acanda es autor de numerosos artículos, estudios y libros en ámbitos que siguen la tradición marxista, entre ellos destacan: So-  
ciedad Civil y Hegemonía (La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana, 2002), Traducir a Gramsci (La Habana: Editorial  
de Ciencias Sociales, 2007) y ¿Por qué leer a Gramsci? (Quito: Universidad Central del Ecuador, 2015).  
Sebastián Raza (Licenciado en Sociología, Pontificia Universidad Católica del Ecuador) se ha desempeñado como ayudante de cátedra bajo la super-  
visión de Emilio Cerezo desde 2012 hasta 2016. Actualmente cursa estudios de Maestría en Sociología en la Universidad de Warwick, Reino Unido.  
Correo electrónico: s.raza-mejia@warwick.ac.uk.  
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En esta conversación, el profesor Acanda presenta los  
fundamentos de su interpretación de Marx, al tiempo  
que encuentra en Gramsci al legítimo heredero de lo  
que él denomina materialismo práctico. Según afirma,  
desde su nacimiento, el marxismo se ha enfocado en  
la categoría de praxis como una de sus categorías cen-  
trales, lo que le ha permitido conectar la dimensión  
material y simbólica de la vida social sin perder de vis-  
ta la centralidad de la división de la sociedad en clases  
sociales. Acanda rescata su importancia y critica a las  
perspectivas posmarxistas que intentan dejar de lado  
esta categoría –pues, según ellos, hablar el lenguaje de  
del programa crítico inaugurado por I. Kant y conti-  
nuado por G. W. F. Hegel.  
La toma de conciencia de la necesidad de superar el  
materialismo mecanicista y el economicismo presente  
en la interpretación del marxismo predominante en la  
II Internacional se disparó con las lecciones que ema-  
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nan de la Revolución de Octubre y de la interpretación  
que hizo Lenin de la misma, y comienza con los apor-  
tes de autores como Karl Korsh, Ernest Bloch, Georg  
Lukacs y los miembros del grupo que se conocería más  
tarde como “Escuela de Frankfurt”. Antonio Gramsci  
forma parte de esta línea de pensamiento. No por gus-  
to, en sus Cuadernos de la Cárcel (1981), para denomi-  
nar al marxismo sin que sus carceleros y censores se  
dieran cuenta, escogió el concepto de “filosofía de la  
praxis”. Su concepto de “bloque histórico” lo desarrolló  
precisamente para expresar la unidad orgánica entre  
los procesos de producción espiritual y los procesos  
de producción material y romper con la interpretación  
mecanicista de la determinación de la superestructura  
por la base económica. Es desde esta perspectiva que  
debe entenderse la teoría de la hegemonía de Gramsci.  
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las clases sociales es reduccionista y esencialista .  
SEBASTIÁN RAZA: En su libro Sociedad Civil y  
Hegemonía (2002) y en una entrevista que le reali-  
zaron en torno al pensamiento de Paco Fernández  
Buey (Lopez, 2014), usted distingue entre marxismo  
crítico libertario y marxismo dogmático. ¿Puede de-  
sarrollar esta distinción y decirnos en cuál de dichas  
posturas se encontraría Gramsci? ¿Por qué?  
JORGE LUIS ACANDA: La distinción entre dos tipos  
de marxismo data ya de inicios del siglo XX y tiene su  
precedente en aquella famosa frase de Marx, expresa-  
da en una carta, en la que –refiriéndose a la lectura  
que sus seguidores hacían de sus ideas– afirmaba que  
si aquello era el marxismo, entonces él no era marxis-  
SR: En ¿Por qué leer a Gramsci? (2015), usted afirma  
que el pensamiento gramsciano debería pensarse  
como materialismo práctico. Sin embargo, el pen-  
samiento marxista se ha pensado en términos de  
materialismo dialéctico y materialismo histórico.  
¿Cuál es la particularidad del materialismo práctico  
frente a estas otras opciones?  
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ta . Ya Lenin, al romper con Karl Kautsky y la direc-  
ción de la II Internacional en 1914, señaló –sin ponerle  
nombre– la diferencia entre un marxismo reformista y  
fatalista y un marxismo revolucionario que potencia-  
ba la capacidad transformadora de la praxis revolucio-  
naria. A lo largo del Siglo XX se diferenciaría entre el  
marxismo soviético y el marxismo occidental, o entre  
el marxismo cientificista y el marxismo crítico (para  
profundizar se puede ver el libro Los dos marxismos de  
Alvin Gouldner (1989)). En todas las denominaciones,  
la clave es la distinción entre un marxismo economi-  
cista y tecnologicista, que repite los principios del ma-  
terialismo metafísico, y un marxismo que entiende a la  
categoría de “praxis” como su categoría central y que  
se entiende como continuador a la vez que superador  
JLA: No siempre el marxismo se pensó a sí mismo en  
términos de “materialismo dialéctico” y “materialis-  
mo histórico”. Sólo en dos o tres pasajes de sus obras,  
Marx utilizó algún concepto para designar su teoría, y  
los conceptos que utilizó fueron los de “materialismo  
práctico” o “materialismo comunista” (véase el primer  
capítulo de La ideología alemana (1970a), capítulo que  
redactó Marx según han determinado los estudiosos  
del tema). Fue Engels quien, más tarde, acuñó los con-  
ceptos de materialismo dialéctico y materialismo his-  
tórico.  
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Edición y notas al pie de página a cargo de Sebastián Raza y Bernardo Villegas.  
Se puede hacer referencia a la carta de F. Engels a Konrad Schmidt del 5 de Agosto de 1890, donde este afirma que “la concepción materialista de la  
historia también tiene ahora muchos amigos de ésos, para los cuales no es más que un pretexto para no estudiar la historia. Marx había dicho a fines  
de la década del 70, refiriéndose a los «marxistas» franceses, que «tout ce que je sais, c ’e st que je ne suis pas marxiste» [«lo único que sé es que no soy  
marxista»]” (Engels, 1974).  
Conocida también como Revolución bolchevique. El nombre “Revolución de Octubre” se debe a que bajo el calendario Juliano -vigente durante el Im-  
perio ruso– la fecha cuando se efectuó este acontecimiento fue el 25 de Octubre de 1917. Bajo el calendario gregoriano, estos sucesos se dieron el 7 de  
noviembre de 1917.  
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Es claro que el pensamiento de Marx es materialista,  
es dialéctico y es histórico. Lo importante y definito-  
rio aquí es qué se entiende por tal. Es materialista no  
porque consideró que “la materia” (entendida como  
esencia de carácter físico) determinara a la concien-  
cia, sino porque entendió que la práctica material de  
los seres humanos condiciona sus formas de actividad  
espiritual. No entendió lo de dialéctica como simple  
expresión de tres supuestas “leyes universales” que se  
aplican a cualquier fenómeno de la realidad (desde el  
funcionamiento de los microbios hasta la producción  
de sandías o a un juego de basketball –y no pongo es-  
tos ejemplos por gusto–), sino como una comprensión  
acerca del carácter esencial de las contradicciones para  
explicar la realidad, una realidad que tiene un carácter  
relacional y sistémico. Y lo de histórico ha de ser en-  
tendido como reafirmación de la idea clave de que el  
ser humano sólo se relaciona con aquellos objetos que  
son producto de su actividad y que, por lo tanto, todo  
fenómeno social es producido por un sujeto social y  
que la realidad tiene un carácter histórico.  
ideológicos de la Unión Soviética) y marcan lo espe-  
cífico de la concepción materialista de Marx, que por  
eso los utilizó las muy pocas veces que, repito, conside-  
ro imprescindibles para bautizar a su teoría.  
SR: Se ha dicho que la lectura que hizo Gramsci de  
Marx estuvo influida por el idealismo culturalista  
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italiano de Croce. Uno de los que hace esta afirma-  
ción es Manuel Sacristán, quien opina que “inyectar  
idealismo en Marx” implicó una profunda reelabo-  
ración del pensamiento marxista (Sacristán 1977,  
312) ¿Podría explicar en términos generales las  
principales consecuencias que tuvo esto para el pen-  
samiento gramsciano? ¿En qué medida esto alejó a  
Gramsci del Marx de la II Internacional (el Marx po-  
sitivista de los mecanicismos) y lo acercó a otro (el  
Marx de la conciencia y la subjetivación)?  
JLA: Evidentemente, la expresión de Sacristán tiene un  
fuerte carácter metafórico. Sacristán se está refiriendo  
a las ideas expresadas por Marx en sus célebres Tesis  
sobre Feuerbach (1970b), en las que critica al materia-  
lismo existente hasta ese momento por haber olvida-  
do la importancia del factor subjetivo, la importancia  
del momento ideal en la actividad del ser humano. Es  
en ese sentido que Sacristán señala la importancia de  
abandonar el materialismo chato del marxismo dog-  
mático y de comprender la relación dialéctica entre  
la actividad material y la actividad ideal de los seres  
humanos como dos momentos indisolublemente vin-  
culados de la actividad.  
Tras la muerte de Lenin, las tendencias economicistas  
presentes en la II Internacional volvieron a reproducir-  
se en el marxismo, producido y exportado por los apa-  
ratos ideológicos de la Unión Soviética, y se acuñó una  
concepción sobre el significado de esos dos conceptos  
(
“materialismo dialéctico” y “materialismo histórico”)  
que constituía una violenta simplificación y vulgariza-  
ción de las ideas de Marx. Cuando Marx se denomina  
a sí mismo como “materialista práctico o comunista”,  
a lo que está haciendo referencia es a la necesidad de  
comprender la centralidad de la actividad práctica hu-  
mana para poder pensar la superación del capitalismo  
no simplemente como la eliminación de la propiedad  
privada, sino como superación del carácter fetichiza-  
dor y enajenante del modo de producción capitalista.  
Estos tres conceptos (praxis, enajenación y fetichismo)  
son totalmente inasimilables e incomprensibles por  
parte del materialismo metafísico de corte pre-kan-  
tiano (que fue el que primó en la interpretación sobre  
el marxismo que reprodujeron en forma aumentada y  
distribuyeron por todo el globo terráqueo los aparatos  
Creo que es una simplificación excesiva decir que la  
lectura que hizo Gramsci de Marx estuvo influida por  
el idealismo culturalista italiano de Croce y dejarlo  
así sin más. Hay que tener en cuenta otros elementos.  
Tanto Croce como Gramsci pensaron en el contexto de  
un campo intelectual muy influido por el pensamien-  
to de Hegel, como lo era el campo intelectual italiano  
de fines del Siglo XIX y principios del Siglo XX. Evi-  
dentemente, B. Croce fue una fuerte influencia sobre  
Gramsci, pero esta influencia hay que comprenderla  
como insertada en el contexto de la lectura que sobre  
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Bennedeto Croce (1866-1952) fue un filósofo, historiador y político italiano muy influyente en el ámbito intelectual italiano de su tiempo. Como afirma  
Piñón (2002, 13): “su obra conserva una unidad histórica, porque es nacida al contacto con pensadores de su tiempo, en un diálogo inmediato con  
hechos y movimientos sociales que lo envolvían personalmente. Su meta: un humanismo, un historicismo, un tratar de entender vivencialmente al  
hombre. Y aunque no escapa de una visión idealista de la historia, no analiza un concepto abstracto de hombre. Contempla su problemática, su drama  
interior y existencial, el problema de la cultura, sin recurrir a metafísicas o visiones religiosas, más allá de la dimensión humana. Fue un pensador laico,  
en todo el pleno sentido de la palabra, para un mundo excesivamente religioso que debía desacralizarse. Su ejemplo, en el ámbito italiano, lo fue Ma-  
quiavelo o Galileo. Gramsci lo reconocería”.  
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el marxismo ya había realizado anteriormente otro  
lleva la marca del mecanicismo, el positivismo y el  
economicismo?  
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italiano, Antonio Labriola , que fue uno de los pocos  
marxistas de la segunda mitad del Siglo XIX que ha-  
bía leído a Hegel, que lo había entendido y que había  
entendido la necesidad de leer El Capital de Marx no  
como un texto de teoría económica, sino como una  
crítica de la economía política (ese es justamente el  
subtítulo de la obra), y, por lo tanto, desde una clave  
que procedía de Hegel.  
JLA: Repito algo que dije más arriba: no sólo la Re-  
volución de Octubre y el desarrollo del capitalismo  
en Italia, sino también la experiencia del movimien-  
to revolucionario obrero en Italia en el bienio 1919-  
1921 y la aparición y consolidación del fascismo en  
su país fueron experiencias que lo llevaron a pensar  
la importancia de los factores culturales en los pro-  
cesos políticos. La lectura economicista y positivista  
del marxismo entendió las clases sociales como gru-  
pos humanos marcados y diferenciados por procesos  
económicos. Pero, tanto Marx como Lenin y Gramsci  
los entendieron como flujos en constante movimiento,  
marcados por las características específicas de las re-  
laciones sociales conflictivas que establecen los seres  
humanos entre sí en el proceso de producción de sus  
Antonio Gramsci era de un origen muy pobre, y su po-  
breza y el inicio de su militancia política determinaron  
que sólo pudiera cursar dos años en la Universidad de  
Turín, precisamente en la carrera de filología, lo que  
tuvo consecuencias para su obra teórica porque le per-  
mitió comprender y pensar la importancia de la pro-  
ducción simbólica en la construcción de las relaciones  
de poder. Eso, junto con la interpretación que hizo de  
sus experiencias como líder comunista en el perio-  
do 1919-1926 (marcado por la erupción de un fuerte  
movimiento huelguístico y revolucionario del proleta-  
riado italiano, su posterior derrota y la aparición de  
un fenómeno tan inédito como el fascismo italiano),  
marcó su pensamiento y lo alejaron de las posiciones  
del marxismo mecanicista. No olvidemos algo muy  
importante: Gramsci no fue sólo un teórico comunis-  
ta. Fue un dirigente político, un luchador comunista.  
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vidas, procesos que son también espirituales.  
Las clases no aparecen primero y después aparece (o  
no) la lucha de clases. Las clases se constituyen en la  
lucha. Y eso lo entendió Gramsci muy bien. No con-  
sidero entonces que pueda decirse que el concepto de  
clases de Gramsci significó una “reconceptualización”  
de ninguna noción que hubiera estado en el pensa-  
miento de Marx. En general, no considero acertado  
afirmar que nada en el pensamiento de Gramsci sig-  
nificó una “reconceptualización” del pensamiento de  
Marx. Y esto no significa entender de una manera  
fundamentalista el aporte de Marx, sino simplemente  
comprender que tanto Gramsci como otros marxistas  
importantes de los siglos XX y XXI continuaron desa-  
rrollando las ideas esenciales que ya Marx había avan-  
zado en su obra.  
SR: El problema de la lucha de clases, la lucha políti-  
ca y la subjetivación política se le imponen a Gramsci  
por factores históricos como la Revolución Rusa y el  
desarrollo del capitalismo en la Italia de esa época.  
En ese sentido, Gramsci considera, en contra de al-  
gunos mecanicismos economicistas, que la revolu-  
ción es, “además de fenómeno de fuerza, fenómeno  
moral” y reconoce el momento activo de los actores  
revolucionarios en la esfera cultural al momento de  
SR: En cierto sentido, parecería que el propio Marx  
hace más énfasis en la dimensión “estructural” y ma-  
terial de las clases (clase en sí) cuando afirma que  
“no es la conciencia del hombre la que determina  
su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que  
edificar las posibilidades objetivas”. ¿De qué forma  
considera usted que el pensamiento gramsciano re-  
conceptualiza el problema de las clases presente en  
Marx y, sobre todo, en el marxismo ortodoxo, que  
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Antonio Labriola (1843-1904) fue un filósofo italiano y teórico del marxismo que nunca fue miembro de ningún partido político. Según Francisco Pi-  
ñón, su influencia en el contexto filosófico italiano es determinante, pues “con Labriola, la historia se ilumina, y al convertirse en causa sui, los hombres  
son creadores de la misma. Es este el golpe mortal a la concepción materialista mecánica de la historia, al naturalismo evolucionista darwiniano, a una  
teleología meramente especulativa con vestimenta pseudo-hegeliana”.  
Para ejemplificar este punto, se puede hacer referencia a la carta que Marx escribe a Paul Lafargue el 18 de abril de 1870. En ella, Marx afirma que “las  
aspiraciones generales y las tendencias de la clase trabajadora emanan de las condiciones reales en las cuales está se encuentra situada. Por lo tanto, estas  
son comunes a toda la clase aunque la clase se las represente en su cabeza de las formas más diversas, más o menos ‘fantásticas’, más o menos ‘adecuadas’.  
Los que mejor interpretan este sentido oculto de la lucha de clases que sucede frente a nosotros son los comunistas que son los últimos en cometer el  
error de fomentar el sectarismo o dejar que este afecte a la interpretación”. Por sectarismo, Marx evidentemente se refiere a las interpretaciones que  
piensan las clases sociales como si estuvieran marcadas unilateralmente por lo económico.  
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determina su conciencia” (Marx 2008, 5); mientras  
que Gramsci, al pensar a la conciencia ya no como  
algo pasivo receptor sino como fuerza creadora y  
transformadora, parece querer equilibrar la balanza  
e integrar el estudio del papel de la subjetividad y la  
acción revolucionaria (clase para sí) al análisis his-  
tórico-económico. ¿Qué otros conceptos gramscia-  
nos considera usted que cumplen ese papel integra-  
dor de la dimensión objetiva y subjetiva del mundo  
social al momento de hablar de identidades colecti-  
vas y contienda política? ¿Cuáles son las categorías  
claves propuestas por Gramsci para entender el pro-  
blema de la lucha de clases y la lucha política?  
Para Marx, que se sabía continuador a la vez que su-  
perador del programa crítico kantiano-hegeliano (eso  
y no otra cosa significa la famosa formulación que co-  
loca a la “filosofía clásica alemana” como una de las  
fuentes del marxismo), “apropiación” no refiere al sim-  
ple hecho de tomar materialmente algo y convertirlo  
en propiedad jurídica de alguien, sino que es una cate-  
goría que destaca que, al producir su realidad, los seres  
humanos crean estructuras que interiorizan y que con-  
dicionan el modo en que ellos interpretan la realidad,  
el modo en el que la piensan, la ven, la huelen, la oyen,  
la transforman, la producen y reproducen.  
El capitalismo, en tanto un modo de producción de la  
realidad, del sistema de relaciones sociales, es a la vez  
un modo de apropiación de esa realidad por los seres  
humanos. Si ahondamos en todas las implicaciones  
de esa idea –cosa que no puedo hacer aquí por una  
cuestión de espacio–, comprenderemos que en Marx  
no hay una interpretación economicista ni de las cla-  
ses sociales, ni tampoco del concepto de plusvalía o  
del de capital, ni del concepto de explotación ni del de  
mercancía capitalista, etc. Esta es una idea importan-  
te, pero –repito– no tengo espacio para desarrollarla.  
Pero sí quiero que no quede olvidada.  
JLA: Tomar frases o fragmentos aislados de un autor,  
desgajados de la totalidad de su obra, no parece ser un  
buen método para entender su pensamiento. En pri-  
mer lugar, no coincido con el supuesto implícito que  
encuentro en los primeros renglones de esta pregunta,  
que parece identificar la “dimensión estructural” con la  
dimensión material”. Las estructuras no son exclusiva-  
mente materiales. Existen estructuras espirituales. En-  
tender el carácter estructural de los fenómenos sociales  
significa que se entiende que cada uno de ellos debe ser  
entendido como un sistema de relaciones cuya esencia,  
a su vez, es función del lugar que ocupa en el funcio-  
namiento de un sistema estructural (o sistema de rela-  
ciones sociales) más amplio que lo contiene. Una vez  
aclarado lo que considero una formulación imprecisa,  
paso a intentar analizar el meollo de la pregunta.  
En lo que respecta a Gramsci, todo su aparato catego-  
rial, todo el instrumental teórico que desarrolló, tiene  
como uno de sus objetivos el de integrar la dimensión  
material y espiritual de la realidad, de comprender  
la unidad orgánica entre la producción material y la  
producción espiritual de la vida social. Gramsci com-  
prendió que ese fue una de las grandes falencias del  
marxismo de la II Internacional, que contribuyó a una  
interpretación equivocada de la estrategia de lucha a  
seguir ante la explosión de rebeldía del proletariado  
italiano tras el fin de la I Guerra Mundial y para en-  
carar a un fenómeno tan inédito para la época como  
el fascismo. Es un error afirmar, como hicieron y ha-  
cen algunos, que Gramsci fue un “teórico de las su-  
perestructuras” que, a diferencia de Marx, no pensó  
la economía sino tan sólo la cultura. Gramsci escribió  
expresamente que sin hegemonía económica no hay  
hegemonía cultural. Categorías como “bloque históri-  
co”, “lucha de posiciones”, “americanismo y fordismo”,  
“sociedad civil”, “Estado ampliado”, son expresión de  
esto.  
Quiero comenzar recordando un pasaje de El Mani-  
fiesto Comunista (1985), situado casi al final del pri-  
mer capítulo del mismo, en el que Marx y Engels se-  
ñalan que una clase es dominante cuando logra que  
su modo de apropiación de la realidad se convierta  
en el modo de apropiación de todas las demás clases  
(
Marx y Engels 1985, 45). Y, a continuación, afirman  
que la clase obrera es la única clase que no tiene un  
modo de apropiación específico de la realidad, porque  
el suyo es el modo de apropiación burgués, y que por  
eso la clase obrera es la única clase verdaderamente re-  
volucionaria, porque tiene que destruir todo modo de  
apropiación existente y crear uno radicalmente nue-  
vo. Sería preciso comprender lo que quiere decir Marx  
cuando habla de “modo de apropiación” (en este caso,  
del “modo de apropiación capitalista”), categoría que  
ocupa un lugar importante en un texto trascendental  
que muy pocas personas han leído con detenimiento  
SR: ¿Qué implica integrar la dimensión subjetiva al  
análisis histórico-económico? ¿Cuál es la importan-  
(
me estoy refiriendo a los Grundrisse de 1857-1858).  
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cia teórica y política de integrar estas dos dimensio-  
nes? ¿Cómo se relaciona esto con la distinción entre  
marxismo crítico y dogmático?  
mento cultural-espiritual y la dimensión material,  
pues “las fuerzas materiales no serían concebibles  
históricamente sin forma y las ideologías serían  
caprichos individuales sin las fuerzas materiales”  
(Gramsci 1981, 55). Por ello, la hegemonía para  
Gramsci siempre tiene como núcleo de articula-  
ción a una clase social fundamental. Sin embargo,  
tal como usted advierte en ¿Por qué leer a Gramsci?  
(2015) ha habido malentendidos debido a lecturas  
economicistas o voluntaristas acerca del papel de las  
clases sociales en la construcción de la hegemonía.  
¿Podría exponer cuáles son estos malentendidos y  
explicarnos más acerca de la relación conceptual en-  
tre clase social y hegemonía, teniendo como base el  
rechazo tanto a economicismos como a voluntaris-  
mos de Gramsci?  
JLA: Mas que utilizar el concepto de “subjetivo”, que  
puede conducir a equívocos en el lector, yo preferiría  
utilizar el concepto de “dimensión simbólica”. Es pre-  
ciso hacer referencia a la importancia del contenido  
simbólico presente en todo objeto social, precisamente  
porque todo objeto es producido por un sujeto y, por  
lo tanto, lleva la impronta de la “subjetividad” de ese  
sujeto. Es decir, del conjunto de sus capacidades, de-  
seos, creencias, valores, necesidades, filias y fobias (ese  
sería el contenido del concepto de subjetividad). Si  
entendemos así el concepto de “subjetividad” (repito:  
el conjunto de capacidades, deseos, creencias, valores,  
necesidades, filias y fobias de un sujeto social o de un  
individuo en tanto expresión indirecta y condicionada  
de la actividad de uno o más sujetos sociales), podre-  
mos entender que la “subjetividad social” tiene un ca-  
rácter “objetivo” (es decir, no depende de la voluntad  
y la conciencia de las personas, aunque es producida y  
reproducida por esas personas).  
JLA: El concepto gramsciano de “bloque histórico” es  
un ejemplo muy bueno de cómo se puede leer un tex-  
to e interpretarlo erróneamente. Son muchos los que  
creen que “bloque histórico”, en la acepción gramscia-  
na, apunta a la constitución de una alianza de clases  
dirigida por la clase obrera, confundiéndolo con blo-  
que-alianza de clases o bloque de poder. Pero ese no  
es ni el contenido ni el sentido o intencionalidad de la  
categoría de bloque histórico en Gramsci.  
Tanto Kant como Hegel, y después Marx, y posterior-  
mente Gramsci y otros pensadores (cada uno con su  
especificidad, con las diferencias pero también con las  
similitudes que permiten ubicarlos dentro de lo que se  
ha llamado la línea del “pensamiento crítico”), com-  
prendieron que era preciso integrar esa dimensión  
simbólica al análisis de la realidad como elemento  
constituyente de la misma, y no como un añadido pos-  
terior. Entender que la relación que cada ser humano  
establece con su realidad (y ello lo incluye a él mis-  
mo, a su relación consigo mismo) está mediada por un  
conjunto de estructuras materiales e ideales que son  
producidas por los seres humanos (y que a la vez son  
independientes de la conciencia y la voluntad de los  
seres humanos) y que, por lo tanto, el carácter sim-  
bólico de todo objeto social representa una dimensión  
constitutiva de la realidad y que es preciso tenerla en  
cuenta para entender las formas en que las personas se  
apropian de esa realidad. Por supuesto que todo esto  
constituye uno de los elementos fundamentales que  
diferencian al marxismo mecanicista del marxismo  
crítico.  
Me permitiré reproducir aquí algunos fragmentos de  
un texto que publiqué hace algunos años: “Asimilada  
en su valor metodológico, la categoría de bloque histó-  
rico debía evitar tanto las posiciones del economicismo  
como también las del voluntarismo[…] La hegemonía  
de la clase dominante sólo se alcanza cuando se ha lo-  
grado establecer esta necesaria imbricación y presuposi-  
ción entre los procesos de producción material de la vida  
y los procesos sociales de producción espiritual” (Acan-  
da 2007, 195).  
La clase dominante construye y reconstruye, produce  
y reproduce permanentemente las estructuras mate-  
riales que le van a permitir que sus ideas, valores, re-  
presentaciones, necesidades, etc., sean asumidos como  
propios por los grupos sociales dominados, explota-  
dos, “subalternos”. Y las produce y reproduce en una  
relación permanente de lucha, de antagonismo, de  
conflictividad, con esos grupos subalternos. La hege-  
monía de la clase que tiene el poder implica la cons-  
trucción y mantenimiento de una relación orgánica  
entre los procesos de producción de la vida material  
y los procesos de producción espiritual. Cuando esta  
SR: En los Cuadernos de la Cárcel, Gramsci afirma  
que la noción de bloque histórico implica pensar la  
clase como fuerza social en su totalidad con el ele-  
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relación orgánica se rompe –como resultado de la lu-  
cha de clases– entonces se produce una “crisis de he-  
gemonía”. Si la clase en el poder logra reconstituir ese  
bloque histórico, superará la crisis y reconstruirá su  
hegemonía.  
clau del pensamiento gramsciano? ¿Contra qué otra  
“traducción” de la obra de Gramsci compite?  
JLA: Puede ser lo que voy a decir a continuación suene  
fuera de lugar, pero creo que no. Tal vez si los dirigen-  
tes de Podemos hubieran interpretado a Laclau desde  
Gramsci, y no a Gramsci desde Laclau, hubieran podi-  
do adoptar una estrategia más exitosa. Y por “estrate-  
gia exitosa” no me refiero ni única ni principalmente a  
los desenvolvimientos electorales. Y eso lo digo desde  
un respeto enorme por lo que significó y significa la  
aparición de Podemos en el panorama político español  
y por el trabajo de sus dirigentes.  
Algo así fue lo que ocurrió en Europa Central en el  
importantísimo período histórico de 1919-1922. Si esa  
clase dominante no logra reconstituir un bloque histó-  
rico acorde a sus intereses, perderá el poder a manos  
de otra clase o grupo social. Si la nueva clase o grupo  
en el poder no logra producir y desarrollar un nuevo  
bloque histórico, es decir, una relación inédita entre los  
procesos de producción material y espiritual, entonces  
se reinstaurará el viejo modo de producción (creo que  
esta concepción ayuda a comprender los procesos de  
reconstitución del capitalismo en la antigua Unión So-  
viética y en la República Popular China).  
Es cierto que hablar de hegemonía de una clase social  
significa entender que esa clase ha sido capaz de con-  
trolar la producción simbólica en una sociedad. Pero  
la cuestión clave es preguntarse por qué esa clase tiene  
esa capacidad, por qué la tiene y la mantiene, y por  
qué esa simbología que produce es adoptada por los  
dominados, los explotados (los “subalternos”, como  
diría Gramsci) que la interiorizan y así la convierten  
en las estructuras simbólicas que condicionan su apro-  
piación material y espiritual de la realidad, “naturali-  
zando” las relaciones de poder e invisibilizando ciertos  
fenómenos sociales que, de ser visibles, constituirían  
un obstáculo para el poder de esa clase hegemónica.  
SR: En ¿Por qué leer a Gramsci? (2015), usted afirma  
que muchos conceptos gramscianos como hegemo-  
nía o sociedad civil han sido utilizados sin tomar en  
cuenta la matriz conceptual gramsciana. ¿Cuáles  
son los errores más graves que usted detecta tanto  
en la academia ecuatoriana como en el pensamien-  
to de izquierda contemporáneo en relación a esto y  
cuáles considera que son los problemas que surgen  
al pensar la dinámica política?  
Y esa es la gran carencia de la obra de Laclau y Mouffe.  
Podemos utilizar otros conceptos para decir lo mismo  
que acabo de expresar en las líneas anteriores. Pode-  
mos hablar de “significantes vacíos” o “flotantes” o de  
“afectos”; pero, en esencia estamos diciendo lo mismo.  
Aquí es donde está lo que considero el gran error de  
Laclau y de Mouffe (no olvidar que Hegemonía y es-  
trategia socialista es una obra de ambos). La hegemo-  
nía de la burguesía no es sólo un fenómeno discursivo  
(aunque también). Y no vale aclarar que para estos dos  
autores el concepto de “discurso” abarca tanto las prác-  
ticas materiales como las ideales, porque esa postura  
no permite jerarquizar entre ambos tipos de prácticas  
y, por lo tanto, no permite comprender la clave de la  
hegemonía de la burguesía.  
JLA: La pregunta es muy amplia, y por ello imposible  
de ser contestada plenamente en el marco de esta en-  
trevista. Pero puedo señalar algo que considero muy  
importante: es preciso leer a Marx, a Gramsci y a mu-  
chos autores desde la perspectiva epistemológica del  
pensamiento crítico. En caso contrario, seguiremos  
con las interpretaciones equivocadas. Es por ello im-  
portante conocer el fundamento epistemológico del  
pensamiento crítico.  
SR: Innegablemente la figura de Ernesto Laclau se  
ha vuelto un referente inevitable al momento de  
hablar de hegemonía y de Gramsci. Esto se debe no  
solo a que ha tenido una influencia suprema en la  
academia, sino también a que varios movimientos  
sociales (entre ellos, Podemos de España) han pen-  
sado su quehacer político desde el marco laclaunia-  
no. ¿Qué opina usted de la “traducción” (en el senti-  
do de la posibilidad de trasladar satisfactoriamente  
conceptos creados de una teoría a otra) que hace La-  
Si no entendemos el carácter enajenante y fetichizan-  
te del modo de producción capitalista como modo de  
producción del sistema de las relaciones sociales y,  
por lo tanto, como modo de apropiación de esas rela-  
ciones sociales, no podemos entender la esencia de la  
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hegemonía de la burguesía y no podremos entender  
por qué en un país como España -donde los partidos  
del stablishment, después de treinta años de gobernar  
y haber dejado una estela atroz de corrupción y de  
empobrecimiento de la mayoría de la población- en  
los dos últimos procesos electorales un partido como  
Podemos -el único partido que realmente ha podido  
presentarse como contrario a ese stablishment, porque  
lamentablemente ese otro partido llamado Izquierda  
Unida hace rato que, para su propia desgracia, se ha  
acomodado en las relaciones de poder existentes- no  
ha llegado ni de lejos a lograr un 25% de los votos (pues  
en las elecciones más recientes del 26 de junio, logró  
el 21% y, en las elecciones anteriores en diciembre del  
año pasado, un 20,6% -pero ojo, estamos hablando de  
porcientos sobre la base de los votos depositados, en  
un país donde el sufragio no es obligatorio y donde la  
abstención en las elecciones de junio alcanzó una cota  
de 25%-.) Es decir, entender por qué en España, aun-  
que está demostrado que la clase política tiene un nivel  
de corrupción altísimo y que sirven a los intereses del  
gran capital y no del pueblo, la mayoría de las personas  
sigue votando a esos partidos. Y me refiero a España  
porque es el ejemplo que aparece en la pregunta, pero  
podemos referirnos al caso de Argentina en las recien-  
tes elecciones presidenciales o al de otros países para  
encontrar situaciones similares.  
prender dichos fenómenos. Como usted ha dicho en  
“¿Por qué leer a Gramsci?” (2015), para Gramsci, la  
hegemonía es una expresión de la lucha de clases y  
de las relaciones de fuerza entre ellas. Por el contra-  
rio, en la interpretación de Ernesto Laclau y Chantal  
Mouffe (1985) se “deconstruye” el concepto de clases  
sociales y con ello el de “intereses de clases”, pues se  
considera que la idea de hegemonía es ajena a todo  
postulado de identidades colectivas esencialistas; y  
se apuesta por la noción de antagonismos particula-  
res alejados de la problemática de las clases. En este  
sentido, Laclau considera más apropiado entender a  
la política como un juego de articulaciones hegemó-  
nicas contingentes en la que los intereses se crean a  
partir de equivalencias de particularidades y de an-  
tagonismos contingentes, y no a partir de nociones  
como intereses de clase o clases sociales. ¿Está usted  
de acuerdo con desechar la noción de clase tal como  
Laclau lo hace para comprender la contienda políti-  
ca contemporánea? ¿Cuáles considera usted que son  
las consecuencias de eliminar la noción de clases en  
el estudio de la política, tal como Laclau lo hace?  
JLA: Cambiemos de tercio por un momento y men-  
cionemos el nombre de otro pensador muy impor-  
tante del siglo XX: Michel Foucault. Entre las mu-  
chas ideas valiosas que produjo, hay una que quiero  
recordar. Foucault afirmó que las relaciones de poder  
constituyen la realidad y que toda relación social está  
atravesada por relaciones de poder. Nadie hoy discute  
eso. Bien, voy a decir lo mismo pero de otra forma:  
las relaciones de antagonismo entre los grupos socia-  
les (clases sociales) que tienen el poder y los grupos o  
clases que no lo tienen son relaciones que constituyen  
la realidad social y que atraviesan todas las demás re-  
laciones sociales.  
Lamentablemente, y no tengo otra expresión más sua-  
ve, la interpretación de Laclau y Mouffe sobre Gramsci  
y sobre la cuestión de la hegemonía es la hegemónica  
hoy en día (valga la redundancia). No es casual, pues  
es una interpretación que desvirtúa por completo el  
contenido revolucionario de las ideas del autor de los  
Cuadernos de la Cárcel (1981) y por eso ha sido pro-  
movida por los grupos de poder mediante los muy  
sofisticados mecanismos que han creado en el mundo  
académico y en el ámbito publicístico. Antes de Laclau  
y Mouffe ya existían “traducciones” del pensamiento  
gramsciano que sí captaban el carácter revolucionario  
del pensamiento gramsciano. No es casual que no ha-  
yan alcanzado la difusión de la deformación produci-  
da por Laclau y Mouffe.  
En esencia, estoy “traduciendo” a Foucault para afir-  
mar que la esencia de la historia humana es la lucha  
de clases (formulación que ya apareció en 1848 en el  
Manifiesto Comunista (1985)). Considero que esa tra-  
ducción es adecuada y que en modo alguno traiciona  
la esencia del pensamiento foucaultiano. Pero ya, des-  
de el momento que se comienza a hablar de antago-  
nismo de clases y de lucha de clases, los mismos que  
aceptaban la “formulación” de “relaciones de poder”  
se sienten impelidos a rechazar airadamente la idea de  
la lucha de clases. Todo instrumento teórico para en-  
tender la sociedad, todo concepto de la teoría social,  
SR: Es indiscutible que en el pensamiento de  
Gramsci existe una relación orgánica indisoluble  
entre la idea de estructuración y reproducción del  
poder (y hegemonía en general) y la idea de la di-  
visión de la sociedad en clases sociales para com-  
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debe expresar, de una u otra forma, esas “relaciones de  
poder”, esa “lucha de clases”. Esa es una idea clave de  
Marx que Gramsci retomó y que Laclau y Mouffe se  
negaron y se niegan a aceptar. Las consecuencias son  
claras: no se puede comprender la esencia de la activi-  
dad humana, y mucho menos la esencia de los proce-  
sos políticos y de las formas de praxis política.  
JLA: “Radical”, contrario a lo que muchos piensan, no  
significa “extremo” sino “raíz”. Ser radical no significa  
ser extremista, sino ir a la raíz. Radicalizar algo, por  
ende, sólo puede significar llevarlo hasta sus raíces.  
Laclau no “radicaliza” a Gramsci, porque abandona  
la raíz del pensamiento de Gramsci, raíces que son  
las de Marx, sino que las lleva a un extremo total-  
mente diferente. El politólogo argentino expresó cla-  
ramente que consideraba que el marxismo ya no era  
capaz de pensar la compleja realidad actual y rechazó  
el concepto –central para Marx y para Gramsci– de  
lucha de clases al igual que la comprensión de la cen-  
tralidad de la actividad práctica material. Consideró  
que lo primero era “reduccionista” y lo segundo era  
“esencialismo”.  
SR: En su texto ¿Por qué leer a Gramsci? (2015), us-  
ted afirma que la teoría de la hegemonía gramsciana  
permite comprender la autonomización de lo polí-  
tico respecto a lo económico y, a la vez, comprender  
la relación entre estos dos espacios de manifestación  
de la praxis social. Por el contrario, Laclau niega esta  
interrelación al rechazar conceptos relacionados a  
las clases sociales para explicar la política. ¿Qué opi-  
na de esta autonomización radical de la política rea-  
lizada por Laclau? ¿Cuáles serían sus consecuencias  
teóricas y políticas?  
Una de las cosas más interesantes del libro Hegemonía  
y estrategia socialista –escrito a cuatro manos por La-  
clau y Mouffe– es que en sus más de doscientas pági-  
nas ninguno de los dos autores se toma el más mínimo  
empeño en demostrar que la idea de la centralidad de  
la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado  
es efectivamente una concepción “reduccionista” ni en  
demostrar que realmente el pensamiento de Marx es  
un “esencialismo economicista”. Lo dan por supuesto,  
como algo que es tan sabido y está tan demostrado que  
no hace falta perder el tiempo en explicarlo. Lamenta-  
blemente para ambos, ninguna de las dos ideas es tan  
indiscutible, y de hecho son falsas. Pero es interesante  
esa carencia de rigor intelectual en un libro escrito con  
tanta intención de erudición.  
JLA: Uno de los principales defectos del marxismo  
economicista, positivista, fue precisamente ese: el de  
establecer una relación directa de determinación de  
la economía con respecto a otras formas de actividad  
humana. Si leemos detenidamente a Marx, encontra-  
remos una posición radicalmente diferente (pienso,  
por ejemplo, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte  
(
1974)), en el sentido de entender la relativa autono-  
mía de la actividad política. Pero “relativa autonomía”,  
no independencia absoluta o total desenganche entre  
la actividad productora de plusvalía (que tal es lo que  
se entiende por “economía” en el pensamiento teóri-  
co positivista hegemónico) y la producción simbólica.  
Sobre lo que considero serias deficiencias teóricas en  
Laclau y Mouffe (insisto: no olvidar que constituyeron  
un binomio autoral) ya me he referido más arriba.  
Mucho antes de este libro de Laclau y Mouffe, otros  
autores habían acusado al pensamiento de Marx de ser  
economicista, especulativo, etc. Y muchos marxistas  
que sí habían interpretado adecuadamente el pensa-  
miento de Marx habían escrito muchas y muy valio-  
sas páginas explicando la falsedad de estas ideas. No  
conozco la biografía de Mouffe, pero si la de Laclau,  
y es evidente que nada de esto era desconocido para  
él, que venía de una trayectoria política y teórica muy  
vinculada con el marxismo. Es mi opinión que haber  
colocado afirmaciones tan serias en este libro sin ha-  
ber intentado ni siquiera apoyarlas con una mínima  
argumentación es una clara expresión de deshonesti-  
dad intelectual.  
SR: Podría creerse que el marco de análisis de Laclau  
ayuda a radicalizar las ideas de Gramsci, principal-  
mente la del paso obligatorio de la necesidad gené-  
rica a la necesidad particular, puesto que se ancla en  
una crítica al esencialismo inherente a la idea de cla-  
ses sociales y en la búsqueda de antagonismos con-  
tingentes. En este mismo sentido, Laclau considera  
que Gramsci únicamente puede ser entendido como  
un momento transicional para superar el paradig-  
ma político esencialista del marxismo y se atribuye  
la tarea de continuar este trabajo. ¿Considera que  
Laclau ha radicalizado a Gramsci o se debería pen-  
sar distinto?  
SR: En la misma entrevista que le realizaron acerca  
de Fernández Buey (Lopez, 2014), usted afirma que  
el marxismo de Fernández Buey era libertario pues  
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permitía pensar los procesos de subjetividad huma-  
na, las nuevas formas de lucha y expresión de esa  
subjetividad sin tener que abandonar el paradigma  
de la producción ni la centralidad del concepto de  
lucha de clases. ¿Es preciso rescatar este tipo de mar-  
co analítico para el análisis de la dinámica política  
contemporánea y desechar de una vez por todas las  
ideas laclaunianas?  
que la búsqueda de la libertad fuera un objetivo de la  
concepción marxiana. Así se podría comprender me-  
jor por qué designó a su teoría como “materialismo  
comunista”.  
SR: Tal como Laclau apunta, existe un hiato crecien-  
te entre las realidades del capitalismo contemporá-  
neo y lo que los marxismos legítimamente pueden  
subsumir bajo sus propias categorías (2004). En re-  
lación al tema de la dinámica política, ¿cuáles serían  
los aportes del marxismo crítico y qué es lo que de-  
bería desecharse?  
JLA: Por supuesto. Pensar la subjetividad humana en  
su relación orgánica con los procesos objetivos de pro-  
ducción de la vida. Se trata de rescatar la clave huma-  
nista y libertaria del pensamiento de Marx. Humanista  
no porque afirme la existencia de una “esencia huma-  
na” permanente, ahistórica y, por ende, “esencialista”,  
sino porque coloca al ser humano como el centro de  
reflexión y de valoración.  
JLA: No se trata sólo de los aportes del marxismo crí-  
tico, sino del pensamiento crítico en general, aunque  
alguno de sus cultores no puedan considerarse como  
marxistas. Citaré sólo dos ejemplos: Michel Foucault  
y Pierre Bourdieu. El marxismo forma parte (en mi  
opinión la parte más importante, aunque no la única)  
de la continuación de la línea del pensamiento críti-  
co que arranca con los aportes de Immanuel Kant. No  
estoy de acuerdo con asumir como cierto que “existe  
un hiato creciente entre las realidades del capitalismo  
contemporáneo y lo que los marxismos legítimamente  
pueden subsumir bajo sus propias categorías”. Por su-  
puesto, las interpretaciones marxistas que se alejan de  
los principios del pensamiento crítico no han podido  
ni pueden captar en toda su complejidad a la realidad.  
Pero ellas no son “todo el marxismo”. Y, por cierto, ha-  
bría que entender bien qué se quiere decir con “pensa-  
miento crítico” o “teoría crítica”. Pero, una vez más, ese  
es un tema para el que no tengo espacio aquí.  
Es decir, para Marx, el capitalismo representó un gi-  
gantesco paso de avance con respecto a los modos de  
producción anteriores porque alentó el desarrollo de  
la subjetividad humana; pero, a la vez, –y aquí estaría  
su carácter enajenante– intenta constantemente res-  
tringir, unilateralizar ese desarrollo para ponerlo en  
función de la producción de plusvalía. Y consideraba  
al comunismo como una sociedad que sería superior  
en cuanto permitiera el libre y multilateral desarrollo  
de la subjetividad humana. Y todo esto lo explicó vin-  
culando los procesos de producción material de la vida  
con los procesos de producción espiritual. Es decir, los  
procesos de apropiación material de la realidad con los  
procesos de apropiación espiritual de la misma. De ahí  
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