Facultad de Derecho  
EXTRACTIVISMO EN ECUADOR.  
INGRESO ECONÓMICO Y DERECHOS DE LA NATURALEZA  
EXTRACTIVISM IN ECUADOR.  
INCOME AND RIGHTS OF NATURE  
EXTRATIVISMO NO EQUADOR.  
ENTRADA ECONÔMICA E DIREITOS DA NATUREZA  
José Ernesto Tapia Paredes*  
Recibido: 18/04/2019  
Aprobado: 15/06/2019  
Resumen  
El presente artículo muestra brevemente importantes  
which protection and observation has important effects  
on environmental and human rights of the Ecuadorian  
population.  
datos y cifras económicas, geográficas y ambientales que  
permiten ampliar las miradas respecto a la rentabilidad de  
las actividades extractivas petroleras y mineras en el Ecua-  
dor, así como entender si estas actividades se realizan en  
armonía y equilibrio con los derechos constitucionales de  
la naturaleza, cuya protección y cumplimiento posee rele-  
vantes efectos en los derechos ambientales y humanos de la  
población ecuatoriana.  
Key words: Extractivism; Mining; Fossil fuels; Oil;  
Economic profitability; Rights of Nature  
Resumo  
Opresenteartigomostrabrevementeimportantesdados  
e estatísticas econômicas, geográficas e ambientais, que  
permitem ampliar a visão no que diz respeito a rentabilidade  
das atividades extrativas petroleiras e mineiras no Equador,  
assim como, entender se estas atividades são realizadas em  
harmionia e equilíbrio com os direitos constitucionais da  
natureza, cuja proteção e cumprimento possuem relevantes  
efeitos com incidência nos direitos ambientais e humanos  
da população equatoriana.  
Palabras clave: Extractivismo; Minería; Hidrocarburos;  
Petróleo; Rentabilidad económica; Derechos de la  
Naturaleza  
Summary  
is paper succinctly shows relevant facts and  
economic, geographic and environmental statistics, which  
helps to broaden the looks towards the profitability of oil  
and mining extractive activities in Ecuador. It also helps to  
understand if these activities are undertaken in harmony  
and equilibria with the constitutional rights of nature,  
Palavras chave: Extrativismo; Mineração;  
Hidrocarbonetos; Petróleo; Rentabilidade econômica;  
Direitos da Natureza  
*
Magister en Derecho Internacional Económico por la Universidad Andina Simón Bolívar. Docente Titular Universidad Central del Ecuador. Dirección  
de correo electrónico: josetrin7@hotmail.com  
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CÁLAMO / Revista de Estudios Jurídicos. Quito - Ecuador. Núm. 11 (Julio, 2019): 38-51  
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LAS FINANZAS Y EL EXTRACTIVISMO EN ECUADOR  
1
El Producto Interno Bruto (PIB) de Ecuador ha  
crecido desde el año 2000, al pasar de 18.328.000.000  
dólares de USA (en adelante: $) a 41.507.000.000 $ en  
Estado (PGE) ecuatoriano, de modo que lo infla de  
forma significativa en ciertos momentos y lo reduce  
a niveles de poca rentabilidad en otras épocas, en que  
las crisis se sienten con mayor fuerza, especialmente  
por el derroche de la abundancia y la suscripción de  
deudas por las que suelen estar precedidos dichos pe-  
ríodos. Así pues, la economía ecuatoriana es suscepti-  
ble y frágil ante la variación de los precios, la oferta y  
la demanda del “mercado de recursos naturales” y, en  
2
005, a 69.555.000.000 $ en 2010, a 99.290.000.000 $  
en 2015 y a 108.398.000.000 $ en 2018. Tampoco el  
crecimiento poblacional se ha detenido, pues ha pa-  
sado de 12.681.123 personas en 2000 a 13.825.847 en  
2
1
005, a 15.011.117 en 2010, a 16.212.020 en 2015 y a  
7.084.357 personas en 2018 (BM). En consecuencia,  
el PIB per cápita durante estos periodos correspondió  
a: 1.445 $ en el año 2000, 3.002 $ en 2005, 4.633 $ en  
010, 6.124 $ en 2015 y 6.344 $ en 2018.  
2
3
especial, del extractivismo de hidrocarburos .  
2
La influencia del petróleo en las finanzas públicas se  
verifica al compararse el ingreso del Estado del que  
forma parte significativa la venta de petróleo y deri-  
vados frente al gasto del Estado en los diferentes años.  
Sin embargo, antes de observar las cifras de ingreso y  
gasto del Estado, es importante tener en cuenta que,  
por regla y disposición Constitucional, los gastos per-  
manentes deben ser financiados con ingresos perma-  
nentes, y, al no ser los ingresos petroleros ingresos  
permanentes, estos no deberían, al menos constitu-  
cionalmente, influir en el cumplimiento del Estado  
en ámbitos como la salud, la educación, la vivienda,  
la justicia entre otros egresos permanentes. En efecto,  
el uso de estos ingresos no permanentes debería ser  
excepcional, y no incidir reiteradamente en el finan-  
ciamiento de las necesidades permanentes del Estado  
ecuatoriano. El objetivo es mantener al Estado distan-  
te de las alzas y bajas de origen extranjero, que causan  
severos impactos internos cuando se permite que la  
economía y la satisfacción de necesidades dependa de  
ingresos poco controlables.  
Ahora bien, si se tiene en cuenta que, en el año 2000,  
el valor promedio del barril de petróleo ecuatoriano  
fue de 24,87 $ (Peñaherrera 2015, 31-2) y la produc-  
ción fue de 146.209.000 barriles, que en 2005 el valor  
del barril fue de 41,01 $ (Peñaherrera 2015, 44) y la  
producción alcanzó los 194.180.000 barriles de pe-  
tróleo (AIHE 2012,8), que en 2010 tal valor fue de  
1,93 $ (BCE 2013,16) y la producción neta nacio-  
nal de petróleo fue de 177.373.561 barriles (ARHC  
), que en 2015 ese valor fue de 41,88 $ por barril  
BCE 2016,15) y la producción neta nacional de pe-  
tróleo fue de 197.997.044 barriles (ARHC 6), mien-  
tras que, en 2018, el valor del barril fue de 60,55 $ el  
barril (BCE 2018,14) y la producción neta nacional  
de petróleo fue de 188.815.941 barriles (ARCH); se  
aprecia que el PIB petrolero de estos años correspon-  
de a 3.636.217.830 $ en el año 2000, 7.963.321.800 $  
en 2005, 12.758.480.242 $ en 2010, 8.292.116.202 $ en  
7
1
(
2
015 y de 11.432.805.227 $ en 2018.  
En resumen, ya que el precio del petróleo no se man-  
tiene estable y sufre variaciones constantes, llega a  
influir en gran medida en el Presupuesto General del  
En el año 2000, el ingreso del Estado ecuatoriano fue  
de 3.110.800.000 $, su gasto llegó a los 4.034.200.000  
$ y el déficit fue de 923.400.000 $. En 2005, el ingreso  
1
Suma de todos los bienes y servicios finales registrados en un periodo determinado que, en este caso, corresponde a cada uno de los años mencionados.  
Tal indicador no es igual al Producto Nacional Bruto (PNB), ya que valora la producción total tanto de residentes como de no residentes dentro de una  
economía, mientras que el PNB solo incluye a la producción final registrada de los residentes de una economía determinada. Se debe tener en cuenta que  
el PIB no reporta los impactos sociales o ecológicos de las actividades productivas; los cuales, en muchos casos resultan de difícil cuantificación frente  
a la producción cuantificable.  
2
3
También se llama ingreso per cápita o renta por habitante. Este indicador muestra la riqueza de una economía distribuida para el número de habitantes  
de dicha economía por un periodo de tiempo determinado.  
Es importante tener en cuenta que los ingresos no petroleros en relación al Presupuesto General del Estado ecuatoriano superan en gran medida a los  
ingresos provenientes de la actividad petrolera, una circunstancia que no debe confundirse con la cuantificación económica de exportaciones petroleras  
vs. la cuantificación económica de las exportaciones no petroleras.  
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del Estado fue de 6.243.700.000 $, el gasto llegó a los  
ingreso. De esta forma, la crisis económica, social y  
ambiental de dicha actividad se acumula y posterga  
como ineludible.  
7
$
.914.700.000 $ y el déficit ascendió a 1.671.000.000  
4
14. En 2010, los ingresos del Estado ecuatoria-  
no fueron de 13.292.300.000 $, su gasto alcanzó los  
1
2
$
7
6.124.700.000 $ y el déficit de 2.832.400.000 $. En  
015, el Estado tuvo un ingreso de 20.115.900.000  
, un gasto de 27.373.200.000 $ y su déficit fue de  
Tal como las cifras nos permiten ver, los sucesivos  
presupuestos económicos del Ecuador han sido im-  
pactados, en gran medida, por el extractivismo hidro-  
carburífero, que ha ofrecido a los gobiernos de turno  
dinero inmediato para solventar teóricamente gastos  
que no son permanentes. Gran parte de estos fondos  
se han utilizado para financiar el proyecto o progra-  
ma político de cada gobierno. No obstante, frente a la  
gran deuda social, la deuda interna, la deuda externa y  
demás aspectos que el Estado debe satisfacer, estos in-  
gresos se han empleado como parches político-econó-  
micos en el gasto permanente, e, incluso con ellos se  
han financiado prestamos por mayores ingresos que  
permiten superar déficits temporales y, en consecuen-  
cia, acumular deuda y comprometer el futuro del país;  
para no hablar del despilfarro y la corrupción que sue-  
le incrementarse alrededor de los ingresos súbitos.  
5
.257.300.000 $ . Por último, en 2018, el ingreso fue  
de 20.869.040.000 $, el gasto de 25.121.660.000 $ y se  
6
reportó un déficit de 4.252.620.000 $ .  
De los años considerados para este análisis compa-  
rativo se observa que, en el año 2000, el ingreso pe-  
trolero del Estado ecuatoriano fue de 1.248.800.000  
$
(40,14% del ingreso); en 2005, el ingreso petrolero  
fue de 1.573.900.000 $ (25,20% del ingreso); en 2010,  
el ingreso petrolero fue de 4.222.600.000 $ (31,76%  
del ingreso); en el 2015, el ingreso petrolero fue de  
2
.842.400.000 $ (14,13% del ingreso) (BCE); y, entre  
enero y octubre del año 2018, se tuvo un ingreso no  
permanente de 2.526.230.000 $ (12,10% del ingreso).  
En todos estos años, la mayor cantidad del ingreso  
provino de las fuentes consideradas permanentes,  
conformadas principalmente por los tributos y las  
tasas, que cubrieron la mayor parte del porcentaje de  
ingresos del Estado.  
Así pues, el petróleo, en lugar de convertirse en un  
ingreso adicional, se ha transformado en un genera-  
dor de mayores huecos financieros, tanto en épocas de  
bonanza petrolera como en épocas de bajo precio de  
venta. Peor aún, por décadas, las empresas extrajeras  
se han llevado la mayor parte de los ingresos, mien-  
tras un minúsculo sobrante y tributos llegaba al pre-  
supuesto del Estado ecuatoriano, en especial antes del  
año 2000.  
Sin embargo, aunque parece que el presupuesto del  
Estado ecuatoriano dependiera cada vez menos del  
petróleo, no necesariamente esta apreciación es una  
realidad, ya que la variación de los precios del petróleo  
es un aspecto que incide en el ingreso. Además, la con-  
sideración de ingresos no permanentes para financiar  
egresos permanentes, el déficit que se acumula con  
cada año de gestión, la falta de ahorro, el crecimiento  
de la deuda pública interna, el incremento de présta-  
mos y condiciones que elevan el endeudamiento del  
país..., hacen que el Estado, en lugar de buscar otros  
ámbitos de inversión y desarrollo que fortalezcan sus  
finanzas, insista en incrementar el extractivismo para  
compensar con barriles de petróleo el insuficiente  
Los gobiernos de turno en Ecuador generalmente han  
considerado y han transmitido el mensaje de que los  
réditos petroleros son extraordinariamente grandes, a  
pesar de que, históricamente, la ganancia empresarial  
privada en el sector petrolero era y todavía es muchas  
veces mayor a la estatal.  
Esta noción ha llevado a que muchos gobiernos ad-  
ministren los ingresos petroleros como si se tratase  
4
5
6
Banco Central del Ecuador, “Boletín 33” (Banco Central del Ecuador, Quito: 2011). Las cifras de ingreso y sus porcentajes corresponden al ingreso  
corriente y de capital neto para el presupuesto del gobierno central de Ecuador, en estas cifras y porcentajes expuestos no se considera el saldo inicial de  
caja, los bonos y certificados de tesorería, los préstamos externos ni los préstamos de otras entidades y fondos.  
Banco Central del Ecuador, “Boletín 40” (Banco Central del Ecuador, Quito: 2018). Las cifras de ingreso y sus porcentajes corresponden al ingreso  
corriente y de capital neto para el presupuesto del gobierno central de Ecuador, en estas cifras y porcentajes expuestos no se considera el saldo inicial de  
caja, los bonos y certificados de tesorería, los préstamos externos ni los préstamos de otras entidades y fondos.  
Ministerio de Finanzas. 2018. Proforma presupuestaria 2019. Quito: Ministerio de Finanzas.  
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de una pequeña fortuna extra. En función de dicha  
circunstancia, han perdido el horizonte y han descui-  
dado la economía común, comunitaria, publica local  
y privada local para en su lugar privilegiar al flujo in-  
mediato del capital proveniente del extractivismo y a  
favor del interés de los operadores económicos priva-  
dos ligados a esta actividad. Además, esta convierte a  
amplias zonas de territorio en lugares incompatibles  
con otros emprendimientos productivos sustentables,  
no solo durante la exploración y explotación sino  
posteriormente.  
momento, 93.000.000 $ a este sector económico, y fir-  
mó convenios de explotación con empresas privadas,  
con la esperanza de que, en el futuro, se puedan reali-  
zar importantes exportaciones mineras.  
Cinco son los proyectos de minería que los gobiernos  
ecuatorianos han considerado emblemáticos por las  
exportaciones que se suponen generaran. Se trata de  
los proyectos: Río Blanco, Fruta del Norte, Mirador,  
Loma Larga y San Carlos Panantza. Uno a uno han pro-  
yectado alcanzar exportaciones, respectivamente, por:  
635.000.000 $, desde 2018 hasta 2028; 6.282.000.000 $,  
En cuanto a la minería, sector del cual el Estado ecua-  
toriano no ha reportado hasta el momento mayores  
ingresos, se puede observar que, desde 2007 hasta  
desde fines de 2019 hasta 2034; 22.186.000.000 $, des-  
de finales de 2019 hasta 2040; 2.330.000.000 $, desde  
2021 hasta 2032. En el caso de San Carlos Panantza,  
aún no existe una cifra clara de cuánto se proyecta lo-  
grar en exportaciones, aunque se requiere una inver-  
sión en el proyecto por 3.032.000.000 $; sin embargo,  
desde 2010 hasta 2017, la inversión total en este pro-  
yecto no sobrepasa los 21.700.000 $ (BCE 5-9).  
2
017, esta actividad extractiva no ha contribuido en  
ninguno de dichos años con más del 0.32% del PIB en  
lo relacionado a explotación de minerales metálicos,  
ni al 0,18% del PIB con la explotación de minerales  
no metálicos, ni más del 0,49% con la explotación de  
minas y canteras (BCE 2019,14).  
En este aspecto, subrayamos que las cifras en dólares  
que se proyectan lograr en un futuro por exportacio-  
nes no corresponden a ingresos totales para el Estado  
ecuatoriano; pues, al igual que en el ámbito de los hi-  
drocarburos, una vez realizada la exportación por par-  
te de la empresa a cargo, los beneficios estatales que se  
obtiene son muy inferiores a la cifra de exportación.  
No obstante, y muy a pesar del panorama económico  
en la minería, los últimos dos gobiernos ecuatorianos  
han actuado convencidos de que deben impulsar el  
extractivismo minero y crecer en este ámbito econó-  
mico; ya que, con él, proyectan lograr aumentos en los  
ingresos económicos, que se presumen estarán nueva-  
mente dirigidos a cubrir varios huecos presupuesta-  
rios históricos.  
Adicionalmente, Ecuador no cuenta con la capacidad  
industrial de procesamiento y refinación que las me-  
gamineras requieren, de forma que la exportación de  
los minerales que se realizará para su refinación no  
tendrá el peso de un producto terminado con valor  
agregado, sino que corresponderá al bajo precio de  
una materia prima. En cuanto al resto de proyectos  
mineros de segunda generación o no emblemáticos,  
estos no sobrepasan los 4.000.000 $ anuales de in-  
versión e, incluso en varios de los casos, no se llega a  
sobrepasar los 500.000 $ de inversión anual, con ex-  
cepción de los proyectos Cascabel y Llumirahua, que  
en 2017 reportaron una inversión por 23.000.000 y  
Esta añoranza gubernamental de invertir en minería  
para ver réditos económicos en el futuro se vio impul-  
sada cuando la inversión extranjera realizada en el año  
2
$
018 llegó a 1.401.000.000 $, de los cuales 742.000.000  
correspondieron a inversión de extranjeros en ac-  
tividades mineras (Tapia 2019). No obstante, tal ci-  
fra no representa ingresos de capital en efectivo a la  
cuenta estatal, sino que corresponden las inversiones  
económicas que las empresas realizan para crear las  
circunstancias que permitan el desarrollo de su acti-  
vidad extractiva.  
9.000.000 $ respectivamente (BCE 10-13).  
Este incremento de inversión extranjera se debió, en  
especial, a la insistencia del gobierno ecuatoriano  
de atraer inversionistas al sector de la minería entre  
Además, la volatilidad de los precios en la minería es  
tanto o más alta que la observada anteriormente con  
el petróleo. Por ej., de agosto del 2008 a diciembre del  
2
007 y 2016, que, para conseguirlo, destinó, hasta ese  
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2
011, el precio del cobre osciló entre 4 $/libra a inicios  
depende en gran medida de la actitud complaciente  
que los gobiernos pueden tener para prometer mayo-  
res ingresos y ganancias a los inversionistas. Para lo-  
grarlo, el Estado, en muchas ocasiones deberá reducir  
sus expectativas de ingreso y favorecer, en su lugar,  
las expectativas del inversionista, reducir el cobro de  
tributos, reducir costos y protecciones laborales o am-  
bientales, hacer extensivos subsidios y crear incenti-  
vos, entre otros ofrecimientos y compromisos.  
de este periodo, cayó a 1.3 $ en enero de 2009 y volvió  
a subir a 4 $ al final de 2011. De esta forma, si el precio  
o las ventas descendieran a niveles de poca o nula ren-  
tabilidad, los cierres de explotaciones en dichos perio-  
dos no solo afectarían el ingreso económico, sino que  
conducirían al despido de los obreros que trabajan en  
la minería, tal como ya sucedió en varios países del  
mundo en el año 2009. Y, aunque no forman parte de  
los cálculos oficiales, no se pueden dejar de conside-  
rar los costos indirectos que asume el Estado como la  
construcción y mantenimiento de infraestructura vial  
y energética, ni los subsidios en los costos de agua y  
luz que utilizan en grandes cantidades las industrias  
tanto mineras como petroleras (Sacher 2012, 94).  
Como consecuencia, estas actividades extractivas,  
en la mayoría de las ocasiones, resulten más perju-  
diciales que beneficiosas, desde el punto de vista  
económico, tanto para el Estado como para las co-  
munidades locales, aunque resultan muy ventajosas  
para unos cuantos inversionistas, burócratas, traba-  
jadores y profesionales de las áreas de conocimiento  
involucradas.  
En resumen, se tanto en el ámbito de los hidrocarburos  
como en el de la minería, la atracción de inversionistas  
INTERVENCIÓN TERRITORIAL DEL EXTRACTIVISMO EN ECUADOR  
Antes de 2016, un 3% (790.000 hectáreas) de la  
superficie ecuatoriana estaba concesionada para ac-  
tividades de exploración y explotación minera. No  
obstante, a partir de 2017 es más del 13% (3.693.000  
hectáreas) del territorio ecuatoriano el que se ha entre-  
gado para exploración y explotación minera. En esta  
área de concesiones para actividad minera se incluyen  
una gran cantidad de hectáreas que forman parte de  
por áreas protegidas y bosques protectores; sin embar-  
go, miles de estas hectáreas están concesionadas, tal  
como se reporta en el párrafo anterior; para que, en  
ellas, se desarrollen actividades mineras que llegan a  
cubrir, en muchas ocasiones, el 100% de los diferentes  
bosques protectores.  
La situación es aún peor en el ámbito de los hidro-  
carburos; ya que, como actividad extractiva, posee  
muchas más décadas de incidencia a gran escala en  
amplias extensiones territoriales del Ecuador. Por ej.,  
desde 1983 se han efectuado más de 11 rondas petro-  
leras; además, hasta 2010 existían 21 bloques petro-  
leros. Sin embargo, luego de esta fecha, el número de  
bloques se incrementó a más de 60, especialmente por  
el incremento de nuevos bloques petroleros en el su-  
roriente del país (El comercio 2011).  
3
7 bosques protectores que suman, en total, exten-  
siones superiores a las 1.000 hectáreas, tales como:  
la Chorrera (2.045 hectáreas), Shulo Chuqui (7.984  
hectáreas), Cordillera Kutuku y Shaimi (310.440 hec-  
táreas), Molleturo y Mollepungo (126.329 hectáreas),  
la cuenca alta del Río Nangaritza (35.881 hectáreas),  
Uzchurrumi, La Cadena, Peña Dorada, Brasil (76.466  
hectáreas), entre muchas otras hás. concesionadas  
dentro de bosques protectores (Vandegrif et al. 2018,  
2-3). Entre el Sistema Nacional de Áreas Protegidas  
SNAP y las Áreas de Bosque y Vegetación Protectora  
ABVP se alcanza una extensión total de 7.011.691  
hectáreas en Ecuador (4.588.812 SNAP y 2.422.879  
ABVP) (Vandegrif et al. 2018, 4). En otras palabras,  
el 24% de las 28.356.100 hectáreas que conforman el  
territorio ecuatoriano está teóricamente conformado  
Hasta 1971 se habían entregado miles de hectáreas a  
casi 6 empresas petroleras sin ninguna regulación ni  
contratos, y, recién a partir de 1972 aparece en escena  
una Ley de Hidrocarburos en Ecuador que condujo  
a las compañías a devolver el 80% de las concesiones  
que les fueron otorgadas y a reducir las extensiones  
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de los bloques a un máximo de 200.000 hectáreas. No  
obstante, hasta 1996, las rondas petroleras ocuparon  
En resumen, la extensión de los bloques petroleros cu-  
bre actualmente más del 33% del territorio nacional.  
4
.200.000 hectáreas (un 15% del territorio ecuatoriano  
actual), de las cuales, 3.600.000 hectáreas correspon-  
dían a la región amazónica del Ecuador (Guaranda  
Entonces, entre actividades de exploración y explota-  
ción minera y petrolera más del 46% de la superficie  
ecuatoriana está ocupada por empresas extractivistas  
mientras que un porcentaje importante del territorio  
restante se encuentra vinculado a las actividades de  
monocultivo agrícola y a la crianza de animales de  
consumo humano.  
2
010).  
En la actualidad, el expansionismo de las hectáreas no  
se ha reducido y, en los últimos años, los bloques pe-  
troleros han llegado a cubrir unas 9.397.300 hectáreas.  
IMPACTOS EN LOS DERECHOS DE LA NATURALEZA  
De acuerdo con el Art. 71 de la Constitución ecua-  
toriana, la naturaleza posee el estatus y reconocimiento  
de un sujeto y, como tal, está respaldada por derechos  
que le son propios a su existencia. Este aspecto no de-  
bería resultar extraño si tenemos en cuenta que las  
empresas han sido también reconocidas por décadas,  
según el derecho occidental y occidentalizado, como  
personas jurídicas con derechos muy similares al de  
las personas humanas.  
independiente de los propósitos humanos. Otra forma  
de entender estos valores de la naturaleza se refiere a  
las propiedades o atributos que esta posee; o, también  
puede entenderse que la naturaleza posee un valor ob-  
jetivo independiente de las evaluaciones o considera-  
ciones que puedan hacer terceros sobre ella (Gudynas  
2011, 247-8).  
Estas apreciaciones respecto de la naturaleza nos per-  
miten identificar no solo posiciones biocéntricas y an-  
tropocéntricas en el escenario político, sino también  
entender que las interpretaciones que el ser humano  
realiza sobre el valor de la naturaleza, y por ende el  
reconocimiento de derechos, están atravesadas por  
múltiples nociones económicas, culturales, sociológi-  
cas, ecológicas y más.  
En el mencionado Art. 71 se reconoce que, entre los  
derechos de la naturaleza se encuentra el respeto  
integral de su existencia y el mantenimiento y rege-  
neración de sus ciclos vitales, estructura, funciones  
y procesos evolutivos. Los Art. 72 y 73 consagran el  
derecho de la naturaleza a la restauración y dispone  
al Estado establecer los mecanismos más eficaces para  
alcanzar esta restauración, que de ninguna forma es  
idéntico a indemnizar a los individuos y colectivos  
que dependan de los sistemas naturales afectados;  
también se exige al Estado ecuatoriano aplicar medi-  
das de precaución y de restricción para las actividades  
que puedan conducir a la extinción de especies, la des-  
trucción de ecosistemas o la alteración permanente de  
los ciclos naturales.  
En este contexto se observa, especialmente, que quie-  
nes no habitan en las zonas real o potencialmente ex-  
ploradas y explotadas por el extractivismo, llámense  
gobiernos nacionales o corporaciones, poseen una  
predilección y desequilibrio por valorar la naturaleza  
desde el aspecto meramente económico y con notorio  
afán de centralización de la riqueza.  
Por otra parte, incluso dentro de cada una de estas no-  
ciones económicas, sociológicas, ecológicas y demás,  
se marcan y sostienen enfoques científicos amplia-  
mente variables que conducen a diferentes apreciacio-  
nes; y, así, ponen de manifiesto una de las dificultades  
para consensuar respecto a la naturaleza como fin,  
como medio o como fin y medio.  
Eduardo Gudynas, al analizar el texto constitucional  
ecuatoriano respecto a los derechos de la naturaleza,  
comenta que existen diversas maneras de entender  
los valores propios e intrínsecos de la Naturaleza; por  
ej., como valor no-instrumental donde el bienestar  
y florecimiento de la vida es un valor en sí mismo e  
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En este aspecto varios tratadistas e investigadores con-  
sideran que el modelo de la modernización sin freno  
que entiende al desarrollo como progreso industrial  
y expansión del productivismo está varía en los úl-  
timos tiempos, en parte por obra de las importantes  
innovaciones generadas por las corrientes indigenis-  
tas y ecologistas. Como consecuencia, se inicia un  
giro eco-territorial desde el lenguaje de defensa de los  
derechos humanos o de los derechos de la naturale-  
za, que apunta a democratizar las decisiones, permite  
a los pueblos decir “NO” frente a los proyectos que  
afectan fuertemente sus condiciones de vida (Svampa  
lo largo de millones de hás. de bosques nublados y de  
páramos que son los protectores de las cuencas altas y  
medias de la mayoría de los ríos del país y que proveen  
de agua bebible a millones de habitantes. Además, las  
principales áreas de potencial minero están ubicadas  
en zonas de gran biodiversidad. Por tal motivo, las  
operaciones mineras generan un grave impacto ecoló-  
gico que ni la mejor tecnología minera cumplidora de  
estándares internacionales puede evitar y ni siquiera  
reducir a niveles de bienestar ecosistémico, y mucho  
menos de acuerdo a la exigencia de conservación.  
2011; 186, 187 y 211).  
Un claro ejemplo se encuentra en los efectos de la  
minería sobre el agua; pues, para procesar una sola  
tonelada [= ton] de cobre, se requieren 60.000 litros  
de agua. Esta, tras ser utilizada y mezclada con varios  
componentes tóxicos, termina contenida en piscinas  
de cientos de hectáreas llamadas relaveras, desde las  
cuales, a pesar de las geomembranas que se suelen uti-  
lizar, se filtran a las aguas freáticas y contaminan los  
suelos; y peor aún es la situación en las zonas donde  
las intensas lluvias o movimientos sísmicos son fre-  
cuentes. Desastres como estos existen por decenas, e  
incluso se han podido observar en países europeos  
como Rumania, donde se afectó el Río Danubio, así  
como en Kolontal (Hungría) (Zorrilla 2013).  
En torno a este giro eco-territorial se destacan al me-  
nos tres corrientes de ecologismo. Una es de preserva-  
ción o conservación, y se ha esforzado más por crear  
y proteger reservas y parques. Otra, que es de tipo  
eco-eficientista, está convencida de la tecnología y del  
uso eficiente de los recursos naturales y ha impulsado  
conceptos como modernización ecológica e industrias  
limpias, aspecto que se ha convertido muchas veces en  
un discurso que justifica las actividades extractivas al-  
rededor de la frase “tecnología de punta”. Finalmente,  
la corriente de ecología popular llamada también de  
justicia ambiental es un movimiento que cuestiona el  
modelo de desarrollo industrial, los excesos propios  
de la inequidad distributiva, y se replantea las rela-  
ciones humanas a nivel local, regional y global con la  
naturaleza (Martínez 2004, 23-8). En esta última co-  
rriente es donde estaría mayormente presente la lucha  
por los derechos de la naturaleza.  
En cuanto a los desechos sólidos de la minería del  
cobre, se requieren procesar 497 ton, entre mena y  
escombros, para obtener una tonelada de cobre.  
Además, hay que depositar estos desechos sólidos  
fuera del sitio de extracción y, como consecuencia,  
ocupar extensas áreas. Por ej., en Chile, país que po-  
see en el norte de su territorio alrededor de 10.500.000  
hectáreas de desierto, se requieren 64.000 hectáreas  
para depositar los desechos sólidos de la mina de co-  
bre “La Escondida”.  
Ahora bien, más allá de los aportes teóricos que brin-  
dan mayor claridad y contenido respecto de los dere-  
chos de la naturaleza, las cifras del impacto sobre la  
cantidad de hectáreas en áreas protegidas y en zonas  
de bosque y vegetación protectora asignadas a explo-  
ración y explotación minera y petrolera, así como los  
efectos a la naturaleza que generan estas actividades  
y que repasaremos a continuación, no dejan duda de  
que existe una vulneración permanente de los dere-  
chos constitucionales de la naturaleza.  
En el Ecuador, los proyectos Mirador y San Carlos  
Panantza han estimado procesar, en el inicio de sus  
operaciones, respectivamente 30.000 y 90.000 ton dia-  
rias tan solo de mena, sin contar con los escombros.  
Esta cifra es alarmante; puesto que, por cada 450 ton  
de cobre se requiere 600 hectáreas solo destinadas a  
ser botadero de escombros, los cuales, frecuentemente  
poseen metales pesados como arsénico, antimonio y  
plomo, elementos químicos que afectan la salud tanto  
Cuando revisamos el ámbito de la minería, se destaca  
que la mayor parte de los yacimientos minerales en el  
Ecuador se hallan en las estribaciones de los Andes, a  
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de los ecosistemas como de los habitantes de la zona  
Zorrilla 2013).  
más grandes y emblemáticos existentes en el país no  
es ni remotamente apetecido o considerado esencial  
para el mundo, sino que es una producción marginal,  
cuyo precio nadie garantiza. En todo caso, los años de  
contaminación, generación de conflictos sociales y re-  
mediación eficaz no son rentables para el Estado ni  
valen toda la pena, dados los problemas que causan.  
(
También la fundición termina por contaminar el aire,  
especialmente con ácido sulfúrico, el cual mata a la  
vida a varios kilómetros alrededor de los centros de  
fundición, y causa graves problemas respiratorios y  
envenenamiento por plomo y otras sustancias a mi-  
les de habitantes que se exponen a estos compuestos.  
Estos, por acción del viento, recorren grandes distan-  
cias y se mezclan con ríos, lagos y lluvias, de modo que  
contaminan tanto la tierra como el agua (Sacher 2012,  
En el escenario de los hidrocarburos, las afectacio-  
nes a la naturaleza por derrames en el Ecuador son  
incalculables y permanentes. Por ejemplo, en 2003 se  
reportaron 138 derrames, en 2004 se reportaron 178,  
en 2005 169 y, en 2008, 117 derrames. Uno de estos  
“accidentes” petroleros se produjo precisamente en el  
Cuyabeno, en 2006. En él se perdieron 600 barriles de  
petróleo, pero la naturaleza perdió mucho más, pues  
sufrieron el impacto al menos 14 ecosistemas en el  
área (Guaranda 2009).  
9
3) y, así, claramente alteran de forma permanente los  
ciclos naturales y afectan a la vida vegetal y animal, e  
inclusive la humana que en él habita.  
Por otra parte, frecuentemente en las minas de cobre  
se encuentran también minerales como el oro y la pla-  
ta, los cuáles, para obtener estos metales, son expues-  
tos a altas cantidades de cianuro, una de las sustancias  
más toxicas para la vida; pues, con tan solo la cantidad  
de un grano de lenteja (200 mg) un ser humano adulto  
llega a morir (Ramírez 2010).  
En 2008, en el sector de El Reventador, a 60 km de  
Quito, se produjo la rotura del oleoducto SOTE  
(Sistema de Oleoducto Transecuatoriano) así como de  
un poliducto de gasolina, los cuales, en total vertie-  
ron 4000 barriles que contaminaron, entre otras áreas,  
tanto a pantanos como al Río Quijos y consecuente-  
mente al Río Coca, cuya agua utiliza una parte de la  
población de Orellana. El daño también alcanzó al Río  
Napo.  
Precisamente, esta presencia de cobre y oro sucede en  
el caso del proyecto Mirador, que desde el año 2000 se  
ha promocionado en la Bolsa de Valores de Toronto,  
con la propaganda de que tiene un potencial de 5 mi-  
llones de ton de cobre y 137 ton de oro (Plan V 2018).  
Pero estas sustancias, para ser extraídas, requerirían  
no de una sino de mucho más de una decena de minas  
abiertas a lo largo de muchas hectáreas en la cordillera  
y, entre 2009 y 2017, se han construido vías de acceso  
a la mina que han causado la deforestación de 1.307  
hectáreas de bosque, además de gran cantidad de des-  
alojos forzados y contaminación ambiental, a pesar de  
tan solo encontrarse en la fase de construcción (Ponce  
En resumen, se generó una afectación de más de 500  
km, de modo que la población debió consumir agua  
del Río Payamino, el cual también registra contamina-  
ción por desechos de petróleo. Por último, aunque la  
mayoría de estos derrames se producen a consecuen-  
cia de situaciones naturales que se añaden a la falta  
de mantenimiento, previsión e inversión, las empresas  
petroleras, tanto privadas como estatales, hablan per-  
manentemente de atentados provocados, para evadir  
responsabilidades civiles, ambientales, penales, admi-  
nistrativas, etcétera (Guaranda 2009).  
2
018).  
Y en la ejecución de este proyecto se calcula que se  
generarán al menos 325.000.000 ton. de desechos,  
que equivalen a 400 años de basura de la ciudad de  
Guayaquil. Además, la cantidad total de cobre que se  
obtendrá en este proyecto apenas cubre ocho días de  
consumo mundial de este elemento (Sacher 2012, 94).  
Esta cifra nos permite comprender que el cobre extraí-  
do del territorio ecuatoriano de uno de los proyectos  
En 2009, al menos 47 comunidades indígenas fue-  
ron afectadas por un derrame de 14.000 barriles de  
petróleo provenientes de la rotura del Oleoducto de  
Crudo Pesado (OCP), que llego a contaminar los ríos  
Napo y Coca y, como consecuencia, diferentes áreas  
de Napo y Sucumbíos (El universo 2009). En 2013 se  
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derramaron 11.400 barriles de crudo provenientes de  
la ruptura de un tramo del SOTE por deslizamiento de  
tierra. Este derrame contaminó el Río Coca, luego el  
Río Napo, después el Amazonas, llegó a cruzar hacia  
Perú e, incluso, Brasil declaró alerta por dicho suceso.  
Dos meses antes de este derrame, otro, en el que se  
perdió una cantidad de 5.000 barriles, había ocurrido  
en Esmeraldas por la ruptura del OCP, que contamino  
extensas áreas agrícolas y ganaderas (Gil 2013).  
y enfermedades como el cáncer, muchas facetas más  
de esta industria extractiva agreden a los derechos de  
naturaleza y de las personas.  
La aplicación de sísmica muy usual para el hallazgo de  
petróleo se realiza con explosivos que se detonan en  
intervalos regulares y que provoca desestabilización  
de los suelos, deforestación, pérdida de biodiversidad,  
pérdida de nacimientos de agua y degradación de los  
afluentes por turbiedad. El ruido resultante ahuyenta  
a los animales silvestres y puede generar una pérdi-  
da de especies acuáticas, o contaminación por las ex-  
plosiones, entre otros daños. Durante la perforación,  
los daños descritos se incrementan, pues causa ma-  
yor deforestación, estancamiento de aguas y represas,  
contaminación de agua, tanto de superficie como sub-  
terránea, con compuestos químicos, especialmente  
por filtraciones, y contaminación del aire por quema  
de gas, así como del crudo en las piscinas.  
En 2014 se produjo un derrame de 2000 barriles de  
petróleo, por que resultaron afectadas 150 familias,  
a causa de la rotura de un oleoducto secundario en  
donde fue difícil ubicar el punto exacto del daño, que  
terminó por contaminar el Río Parahuaico, el cual, a  
su vez, contaminó al Río Aguarico, afluente que pasa  
por el Cuyabeno (Gómez 2014). En ese mismo año en  
Esmeraldas, entre 250 y 786 barriles de petróleo fue-  
ron derramados sobre el mar, debido a la rotura de  
una tubería que contaminó a una distancia entre 3 y 5  
millas de las costas ecuatorianas (El comercio 2014).  
Durante la explotación de los hidrocarburos, igual que  
sucede con la minería, se producen enormes cantida-  
des de desechos tóxicos, tanto en los pozos como en  
las estaciones de separación, de manera que superan  
los millones de galones de caldo tóxico por día. Se  
añade la contaminación del aire por la quema de gas y  
combustiones incompletas con óxidos de azufre, óxi-  
dos de nitrógeno, óxidos de carbono, metano, etano,  
propano, butano (Acción Ecológica 2014; 47,48, 55 y  
61), entre otros gases peligrosos para la salud vegetal  
y animal, donde también incluimos nuevamente a la  
del ser humano.  
Como se ve, esta afectación a la naturaleza es fre-  
cuente, al punto de que varias fuentes estiman que,  
en Ecuador, se produce un derrame de petróleo por  
semana, sin contar aquellos que muchas veces no se  
reportan ni aparecen en la prensa. Tal situación no ha  
variado durante la última década, a pesar de los altos  
estándares ambientales, la publicitada responsabilidad  
ambiental y la ampliamente proclamada tecnología de  
punta. Así pues, durante el año 2019 se han registra-  
do varios derrames, entre ellos, por lo menos tres en  
la parroquia Pacayacu (Gómez 2019), que han conta-  
minado el Río Upano, y uno en Yuralpa, cuyos com-  
puestos contaminantes han alcanzado al Río Napo  
Por último, en el ámbito económico, las actividades  
de extractivismo minero y petrolero no son rentables  
a largo plazo ni para las finanzas del Estado ni para las  
de las localidades. Además, el costo de la restauración  
que forma parte de los derechos de la naturaleza de-  
bería estar incluido en el costo de las operaciones de  
extracción para garantizar la protección de dichos de-  
rechos, los cuales se interconectan con muchos otros  
de tipo humano.  
(
Pacheco 2019).  
Sin embargo, en el ámbito de los hidrocarburos, no  
son solo los derrames las fuentes de contaminación y  
afectación, tanto a los derechos de la naturaleza como  
a los derechos de las personas a un ambiente sano sin  
desequilibrios ecológicos. En efecto, a pesar de que las  
aguas grises y negras que, como se puede apreciar en  
los párrafos anteriores, recorren rápidamente grandes  
distancias y dejan -en agua, tierra y aire- componentes  
tóxicos como el arsénico, cadmio, cromo, plomo, ben-  
ceno, tolueno, entre otros, que generan deformaciones  
Incluir los costos ambientales dentro de los costos de  
producción convertiría a la actividad extractiva en  
económicamente inviable, ya que el costo de la res-  
tauración, que ni siquiera puede aspirar a ser integral,  
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excedería el monto de la inversión y la ganancia. De  
esta manera, las empresas públicas y privadas con  
ofertas de tecnología de punta para la exploración y  
explotación claramente encarecen las operaciones. En  
este contexto, aquellas empresas que garantizan res-  
tauración y cumplimiento con los derechos de la natu-  
raleza invertirían, ilógicamente, para perder. Y, hasta  
aquí, no hemos considerado que, una vez terminadas  
las operaciones extractivas, muchas empresas hacen  
pocos esfuerzos, además de ineficientes e ineficaces,  
en tareas de restauración ambiental, a tal punto que  
nada garantiza un monitoreo de las piscinas y botade-  
ros de desechos tóxicos, que, entre sus componentes,  
presentan elementos que no desaparecen en decenas  
ni cientos de años, sino que se eternizan por milenios,  
al igual que sus efectos para los ecosistemas y por tan-  
to para la humanidad (Sampat 2003, 118).  
Así pues, la industria extractivista de hidrocarburos y  
minería no es compatible con los derechos de la na-  
turaleza. Más aún si agregamos la inmensa cantidad  
de espacios y extensiones que requiere ocupar y afec-  
tar, tanto desde las exploración y apertura de caminos  
como en todas las subsiguientes fases, en un país cuya  
Constitución reconoce el derecho de la naturaleza a  
mantener sus ciclos vitales y el respeto integral de su  
existencia, y donde se dispone aplicar medidas de pre-  
caución y restricción para las actividades que puedan  
conducir a la extinción de especies, la destrucción de  
ecosistemas o la alteración permanente de los ciclos  
naturales. En consecuencia, jurídicamente, estas acti-  
vidades extractivas deberían estar en proceso de cierre  
paulatino pero definitivo en la gran mayoría de zonas,  
con todos los cuidados que se requieren para conse-  
guirlo, a nivel ambiental y comunitario.  
CONCLUSIONES  
1
. El Ecuador dirige sus recursos y esfuerzos a di-  
versificar actividades económicas, sin desarrollar  
áreas sustentables. Tampoco impulsa, sino que,  
más bien inviabiliza una gestión tanto común  
como comunitaria, pública local y privada que  
resulte compatible con los derechos de la natura-  
leza y ambientales, así como con la libre determi-  
nación de los pueblos y los derechos laborales o  
asociativos. Solo se limita a insistir, con esmero,  
en prolongar, como fuente de ingreso, el extrac-  
tivismo tanto de hidrocarburos como de minería  
y, en este afán, se encadena a una dependencia de  
los inversionistas principalmente externos y a la  
lógica con que operan sus intereses.  
el discurso pretenda ser soberano, ha asignado  
para el extractivismo minero y petrolero el 46%  
de su territorio. Así, se ha consolidado como  
un Estado frágil frente al juego externo del pre-  
cio de los hidrocarburos, que lo coloca en graves  
aprietos cuando presenta precios bajos que, in-  
dudablemente, impactan al resto de actividades  
de producción, por la gran subordinación ante el  
extractivismo así como por el recurrente endeu-  
damiento logrado justo por la presencia de los in-  
gresos extractivos que lo envuelven en una espiral  
de sumisión (dependencia).  
2. Los esfuerzos gubernamentales por atraer inver-  
sión extranjera para actividades extractivas tornan  
dudosas sus proyecciones respecto a la cantidad  
de materia comercializable que podrá extraerse,  
así como sus expectativas de ingreso económico,  
que pueden resultar exageradas con el afán de  
atraer la atención de los operadores económicos  
para que inviertan en exploración, con el riesgo de  
encontrar mucho menos de lo esperado.  
Este encadenamiento a las áreas extractivas, ne-  
cesariamente se realiza con grandes grupos em-  
presariales de presencia global e influencia a nivel  
económico y político que tienen la suficiente hol-  
gura financiera como para ofrecer mínimos már-  
genes de ganancia para el Estado y, de ser el caso,  
para presionar a este por distintos mecanismo,  
a fin de proteger sus inversiones y optimizar sus  
ganancias frente a un Estado urgido de recursos  
por malas administraciones, y que, aunque en  
3. La lógica empresarial de maximizar ganancias y  
minimizar gastos torna habitual la instalación de  
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tecnología que extrae la materia prima pero que  
no cuida del ambiente; por estos motivos, la opti-  
mización de ganancias a menor inversión se hace  
aún más presente cuando la cantidad o calidad del  
material esperado no resulta ser el proyectado, o  
cuando la cantidad o calidad de la materia prima  
posee un bajo precio de comercialización que tor-  
na económicamente insostenible a la tecnología  
menos ofensiva para la naturaleza. Pero no existe  
tecnología que evite los importantes efectos am-  
bientales revisados en el presente trabajo; y, ade-  
más, en Ecuador, el costo del cuidado ambiental  
que las actividades extractivas deben tener es, por  
la riqueza ecosistémica, mucho más elevado al de  
muchas zonas desérticas en Sudamérica y Oriente  
Medio.  
no en el fácil y temporal ingreso que, a cambio,  
deja extensas zonas empobrecidas, llenas de con-  
flictos, inutilizables para el futuro y convertidas en  
manantiales de desplazados de complejas necesi-  
dades y que únicamente sirvió para enriquecer a  
pocos inversionistas, burócratas y profesionales,  
así como, ocasionalmente y en casos especiales, a  
unos cuantos trabajadores y dirigentes.  
5. Además, estas actividades extractivas son tempo-  
rales y ofrecen un pequeño ingreso en compara-  
ción con otras áreas que las superan en el largo  
plazo, y cuyo ingreso paulatino permite una mejor  
administración, planificación horizontal dialógi-  
ca, distribución y control.  
El extractivismo, no solo deja grandes pasivos am-  
bientales sino también sociales. Estos últimos no  
han sido asunto de profundización en el presente  
artículo, pero sin duda saltan a la vista cuando se  
conoce que los ríos, el aire y la tierra en que ha-  
bitan miles de pobladores nativos se contaminan  
permanentemente con agentes altamente tóxicos  
y cancerígenos. También, cuando la apertura de  
vías crea asentamientos irregulares de las familias  
de los trabajadores del extractivismo y surgen ne-  
cesidades que se convierten en focos de conflicto  
alrededor de una cultura de apropiación de recur-  
sos e irrespeto ambiental que da paso a la violencia  
entre nativos y migrantes. Así mismo, cuando la  
violencia genera un ambiente de inseguridad que  
atrae a otros grupos que ven en las zonas de poco  
control y mano de obra barata con fuertes nece-  
sidades oportunidades de enriquecimiento, entre  
muchos otros costos y necesidades sociales que el  
extractivismo genera.  
4
. Basta con internalizar los costos ambientales para  
darnos cuenta de que tanto el extractivismo mi-  
nero como petrolero no son actividades rentables  
económicamente para el Estado, aunque si para  
las empresas privadas que reducen sus costos de  
producción y aumentan su rentabilidad a costa de  
los derechos de la naturaleza y de las localidades;  
es decir, la naturaleza y el empeoramiento de las  
condiciones de vida local son los factores que sub-  
sidian las ganancias empresariales.  
Es más, el dinero que ofrecen entregar unos cuan-  
tos operadores económicos extractivistas no com-  
pensa el costo de las afectaciones a los derechos de  
la naturaleza ni de los derechos ambientales. Así  
pues, restan al Estado y a las poblaciones locales  
grandes oportunidades de desarrollar en dichas  
áreas actividades económicas sustentables y, por  
tanto, afectan el ingreso y circulante sostenible de  
largo plazo. En este ámbito, sin duda, el facilismo y  
la corrupción de muchos funcionarios estatales ha  
sido, en gran parte, responsable de impedir la ges-  
tión local bajo el discurso del interés nacional con  
que se han impuesto, incluso a la fuerza, activida-  
des extractivas en las zonas, donde se han expro-  
piado o expulsado a sus habitantes. Por tal motivo,  
si hablamos económicamente de un verdadero  
interés nacional, este se encuentra en las comuni-  
dades con actividades económicas sustentables y  
6. Las actividades mineras y petroleras, incluidas las  
de exploración, no respetan integralmente la exis-  
tencia de la naturaleza, ni le permiten mantener y  
regenerar sus ciclos vitales, estructura, funciones  
y procesos evolutivos propios; y, terminadas las  
operaciones, no solo por imposibilidades técnicas  
sino por el alto costo económico que representa,  
la naturaleza no es restaurada por los agresores de  
forma eficaz ni integral.  
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. Es notoria la incompatibilidad de las actividades  
mineras y petroleras con los derechos de la na-  
turaleza e incluso con otras actividades produc-  
tivas sustentables en los territorios en los que se  
desarrollan. Frente a dicho panorama, se torna  
necesaria la defensa y ejercicio de los principios  
de precaución y restricción ante las evidencias  
de destrucción de ecosistemas y de alteración  
permanente de los ciclos vitales de la naturaleza,  
así como recordar al Estado ecuatoriano que el  
Art. 313 de la Constitución le exige administrar,  
regular, controlar y gestionar sectores estratégi-  
cos de modo que no se rebase la sostenibilidad  
económica, por respeto a los principios de sos-  
tenibilidad ambiental, precaución, prevención y  
eficiencia.  
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