Facultad de Derecho
derramaron 11.400 barriles de crudo provenientes de
la ruptura de un tramo del SOTE por deslizamiento de
tierra. Este derrame contaminó el Río Coca, luego el
Río Napo, después el Amazonas, llegó a cruzar hacia
Perú e, incluso, Brasil declaró alerta por dicho suceso.
Dos meses antes de este derrame, otro, en el que se
perdió una cantidad de 5.000 barriles, había ocurrido
en Esmeraldas por la ruptura del OCP, que contamino
extensas áreas agrícolas y ganaderas (Gil 2013).
y enfermedades como el cáncer, muchas facetas más
de esta industria extractiva agreden a los derechos de
naturaleza y de las personas.
La aplicación de sísmica muy usual para el hallazgo de
petróleo se realiza con explosivos que se detonan en
intervalos regulares y que provoca desestabilización
de los suelos, deforestación, pérdida de biodiversidad,
pérdida de nacimientos de agua y degradación de los
afluentes por turbiedad. El ruido resultante ahuyenta
a los animales silvestres y puede generar una pérdi-
da de especies acuáticas, o contaminación por las ex-
plosiones, entre otros daños. Durante la perforación,
los daños descritos se incrementan, pues causa ma-
yor deforestación, estancamiento de aguas y represas,
contaminación de agua, tanto de superficie como sub-
terránea, con compuestos químicos, especialmente
por filtraciones, y contaminación del aire por quema
de gas, así como del crudo en las piscinas.
En 2014 se produjo un derrame de 2000 barriles de
petróleo, por que resultaron afectadas 150 familias,
a causa de la rotura de un oleoducto secundario en
donde fue difícil ubicar el punto exacto del daño, que
terminó por contaminar el Río Parahuaico, el cual, a
su vez, contaminó al Río Aguarico, afluente que pasa
por el Cuyabeno (Gómez 2014). En ese mismo año en
Esmeraldas, entre 250 y 786 barriles de petróleo fue-
ron derramados sobre el mar, debido a la rotura de
una tubería que contaminó a una distancia entre 3 y 5
millas de las costas ecuatorianas (El comercio 2014).
Durante la explotación de los hidrocarburos, igual que
sucede con la minería, se producen enormes cantida-
des de desechos tóxicos, tanto en los pozos como en
las estaciones de separación, de manera que superan
los millones de galones de caldo tóxico por día. Se
añade la contaminación del aire por la quema de gas y
combustiones incompletas con óxidos de azufre, óxi-
dos de nitrógeno, óxidos de carbono, metano, etano,
propano, butano (Acción Ecológica 2014; 47,48, 55 y
61), entre otros gases peligrosos para la salud vegetal
y animal, donde también incluimos nuevamente a la
del ser humano.
Como se ve, esta afectación a la naturaleza es fre-
cuente, al punto de que varias fuentes estiman que,
en Ecuador, se produce un derrame de petróleo por
semana, sin contar aquellos que muchas veces no se
reportan ni aparecen en la prensa. Tal situación no ha
variado durante la última década, a pesar de los altos
estándares ambientales, la publicitada responsabilidad
ambiental y la ampliamente proclamada tecnología de
punta. Así pues, durante el año 2019 se han registra-
do varios derrames, entre ellos, por lo menos tres en
la parroquia Pacayacu (Gómez 2019), que han conta-
minado el Río Upano, y uno en Yuralpa, cuyos com-
puestos contaminantes han alcanzado al Río Napo
Por último, en el ámbito económico, las actividades
de extractivismo minero y petrolero no son rentables
a largo plazo ni para las finanzas del Estado ni para las
de las localidades. Además, el costo de la restauración
que forma parte de los derechos de la naturaleza de-
bería estar incluido en el costo de las operaciones de
extracción para garantizar la protección de dichos de-
rechos, los cuales se interconectan con muchos otros
de tipo humano.
(
Pacheco 2019).
Sin embargo, en el ámbito de los hidrocarburos, no
son solo los derrames las fuentes de contaminación y
afectación, tanto a los derechos de la naturaleza como
a los derechos de las personas a un ambiente sano sin
desequilibrios ecológicos. En efecto, a pesar de que las
aguas grises y negras que, como se puede apreciar en
los párrafos anteriores, recorren rápidamente grandes
distancias y dejan -en agua, tierra y aire- componentes
tóxicos como el arsénico, cadmio, cromo, plomo, ben-
ceno, tolueno, entre otros, que generan deformaciones
Incluir los costos ambientales dentro de los costos de
producción convertiría a la actividad extractiva en
económicamente inviable, ya que el costo de la res-
tauración, que ni siquiera puede aspirar a ser integral,
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CÁLAMO / Revista de Estudios Jurídicos. Quito - Ecuador. Núm. 11 (Julio, 2019): 38-51